Libre Mente

Fernando Collado

Entre el mito y el cuento

24 de junio 2025 - 03:08

Existe un lugar incierto donde el tiempo se detiene y lo que fue baila al compás de lo que pudo haber sido. No es del todo ficticio ni enteramente veraz. La realidad rebaja su exigencia y el mito baja del cielo para aderezarse con lo mortal. Justo ahí, en un punto que nadie es capaz de señalar con seguridad, es donde nace la leyenda.

El mito tiene la solemnidad de lo sagrado. No se cuenta, se transmite. No alecciona, se celebra. El mito nos da origen y sentido. Nos dice por qué el Sol aprendió a no apagarse, por qué mueren los hombres y por qué el mar no se cansa. Está poblado de dioses y de héroes arquetípicos. El mito nos habla desde lo alto, desde lo eterno.

El cuento, en cambio, es un susurro íntimo. Nos lo vienen contando en voz baja desde el tiempo de las cavernas. Tiene la estructura de lo humano: conflicto, aprendizaje, redención o castigo. Los protagonistas cambian, pero el personaje es siempre el mismo: nosotros, aprendiendo a navegar por este mundo y el otro. Y en la intersección de lo probable y lo posible, surge la leyenda. Tiene los pies en la tierra y el corazón en las nubes. Habla de personas que casi pudieron existir, pero que aún hoy andan con nosotros. La leyenda es el modo que tenemos los humanos de soportar el paso del tiempo sin renunciar al asombro. Mientras el mito se mantiene intacto y el cuento se reinventa, la leyenda se contagia de ambos y se transmite de generación en generación, envuelta en un velo de misticismo y un tocado de realidad. Nadie la inventa del todo, pero todos participamos de ella. Y aunque pase siglos aletargada, basta una sola evocación para colocarla de nuevo en la memoria colectiva. ¿Y por qué nos fascinan las leyendas? Tal vez porque no son dogma ni fábula. Porque no exigen fe ni buscan enseñanza directa. Solo quieren ser escuchadas. En ellas no se pregunta “¿Es verdad?”, sino “¿Y si fuera cierto?”. Es el territorio del “quizás”, ese lugar mágico donde nuestra mente, cansada de certezas, puede descansar en un universo de posibilidad. Son la memoria emocional de los pueblos, la forma en que dotamos de alma a los paisajes y a montones de piedras olvidadas. Lo que hoy es polvo y ruina, a través de la leyenda, recobra un sentido más allá de la Historia. Y esto no es más que nuestro deseo más oculto: que sobre la certeza de nuestra fugacidad quepa la posibilidad de auparnos, para siempre, a la leyenda.

stats