El Poliedro
Tacho Rufino
¡No hija, no!
Hace escasos días tuve el privilegio de ser un fugaz alumno del Profesor Diego Gracia. Por fugaz me refiero al brevísimo tiempo que pude compartir con él en comparación con la vasta sabiduría que alberga el Maestro. Pero, poco o mucho, lo que aprendí de Diego Gracia trataré de transmitirlo hoy buscando diseccionar la diferencia entre Norma y Ética.
La primera está en todas partes. Nuestra sociedad legisla y convierte en Ley un sinfín de conductas. Prácticamente todo lo que se puede y no se puede hacer está regulado. Pero, entonces, si ya tenemos cientas de páginas regulando nuestra convivencia e, incluso, nuestra existencia, ¿para qué nos sirve la Ética? Bueno, pues es sencillo, la Ética nos motiva a buscar la excelencia en todas nuestras actividades cotidianas.
Veamos un ejemplo que nos ayudará a comprender mejor todo esto. Imaginen un conocido deporte como el fútbol, guste más o menos. Todos sabemos que se rige por una serie de normas recogidas en el reglamento. Cuándo es falta, fuera de juego o cuántos jugadores deben haber sobre el césped está perfectamente definido. Vamos a dejar a un lado las diferencias que pueda haber en la interpretación de las reglas. Eso sucede en toda norma puesto que al tratar de recoger la mayoría de situaciones posibles siempre tendrá el defecto de dejar al margen a una minoría de ellas. Volviendo al ejemplo, imaginen ahora una serie de profesionales jugando al balompié. ¿Los aficionados debemos exigirles que se sepan el reglamento (Norma) o les vamos a pedir algo más? Evidentemente todos vamos a querer que, en base a ese reglamento, jueguen lo mejor posible. Les pediremos que jueguen excelentemente. ¡Y ahí está la Ética! Esta no es otra cosa que exigirnos la excelencia en todas nuestras actuaciones. Y cierto es, por supuesto, que estas conductas excelentes, deberán estar construidas sobre una Norma.
Pero, ay de nosotros. Sucede que, igual que nos machacan constantemente con normas, en ningún lugar nos hablan de Ética. Y llegamos a adultos sin saber nada de esto. Y, peor aún, algunos de esos adultos terminan desempeñando puestos claves para nuestra sociedad resultando ser legisladores en el Congreso de los Diputados. Y como piensan ustedes que estas señorías acabarán desempeñando su tarea? Pues de pena, ya lo ven. Partidistas, oportunistas y sin ninguna altura de miras. Porque “dime qué Ética tienes y te diré como legislas”.
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