La tribuna

Manuel Peñalver

La obra periodística de Azorín

03 de julio 2014 - 01:00

UNA pregunta surge en el mismo momento en el que me dispongo a escribir este artículo para las páginas de opinión de «Diario de Almería»: ¿Qué es escribir en un periódico? La respuesta la encuentro, de manera inmediata, en los artículos periodísticos de Azorín. Las palabras y los sintagmas embellecidos por la claridad, la concisión y la brevedad. El párrafo corto y puntuado con perfección quevediana. El adjetivo, como clave y recurso. ¿Ha sido valorado el escritor alicantino como corresponde? Pienso que no. Pero ahí queda el aroma de sus textos, con ese olor a caligrafía y a tinta en los secretos tan bien guardados del punto y coma. Y de la misma sintaxis, en la exposición y en la descripción de las ideas y los argumentos. ¿Es Azorín uno de los mejores escritores de periódicos? Sin duda alguna. Sobre todo, en lo que concierne a la elegancia y al estilo; a la misma técnica para elevar la sencillez a la realidad textual de los mejores fundamentos de la lengua española.

José Augusto Trinidad Martínez Ruiz se percató de que las claves interpretativas de la lengua de Cervantes estaban en Francisco de Quevedo. Y, concretamente, en «El Buscón». Ello explica los antecedentes y los consecuentes. Escribir es siempre un ejercicio intelectual. Y una forma sublime de entender la vida misma en las diversas manifestaciones de la existencia. Comenzando por las cosas pequeñas, que, al fin y al cabo, son las más grandes y esenciales.

Azorín descubrió, precozmente, las verdaderas dimensiones del periódico como medio de comunicación. Y dentro de este, la relevancia y significación del artículo. Ello explica con meridiana precisión el punto de partida (en los periódicos locales) hasta llegar a los periódicos nacionales: desde «El País» hasta el «ABC». Pasando por «El Imparcial», «El Globo», «España» y «La Vanguardia». Con «El Mercantil Valenciano» en la oda del recuerdo y «La Prensa» de Buenos Aires, en el sentido homenaje al idioma en la otra orilla del Atlántico.

La literatura y el periodismo no pueden ir por caminos separados y antagónicos, porque son dos mundos que se necesitan. El escritor, nacido en Monóvar, es un referente del paso de un área de conocimiento a otra. Y viceversa. Por eso, en unos momentos en los que el idioma se resiente y vulgariza, por el desconocimiento de la ortografía, la sintaxis y el léxico, leer a nuestro autor es la mejor forma de rescatar una obra periodística con tanto esplendor en la hermosura y belleza de la construcción. Como arquitectura equilibrada, donde caben todas las palabras, con tal de ajustarse a la inexorable ley del régimen y la concordancia. Por ello mismo, Azorín fue un clásico. Y un hermeneuta del lenguaje en su propia verdad.

La búsqueda que la expresión y el contenido reflejan en sus escritos. Fueran periodísticos. O fueran literarios. Trataran de política. O de cualquier otra cuestión. Lo relevante era concebir la escritura con una concepción distinta. Y elegir la palabra exacta en cada enunciado. En cada oración. En cada párrafo. Para llegar al lector, sin recovecos, sin perífrasis y sin rodeos. «De Azorín a Umbral. Un siglo de periodismo literario español».

Muchos han sido los llamados a ser escritores de periódicos, pero muy pocos los elegidos. Desde Larra hasta nuestros días, el paso del tiempo ha sido juez imparcial para reducir el número a diez o doce nombres. Firmar la contraportada de un periódico es un reto que solo pueden vencer las plumas más prodigiosas. Escribir en un diario no consiste en contar palabras o caracteres para sumarlos a ver si llegan al número que el redactor jefe pide. Es una discusión con el lenguaje y con la creatividad. Con la opinión y con la información. Con la sociedad y con uno mismo. Con la lectura y con el diccionario. Con el intelecto y con la reflexión. Con el silencio y con la métrica de la calle. En las esquinas de los días. En la urgencia de los instantes. Oyendo lo que nos dice la madrugada, cuando ya hemos apagado el transistor, al terminar la última tertulia o el boletín de noticias.

El periódico es escuela y cultura. Biblioteca y universidad. Como los artículos de Azorín. Que nos rememoran en el recuadro de los clásicos la literatura universal. ¿Qué ha cambiado en el periodismo? ¿Una pregunta sin respuesta? «Una literatura, hija de la experiencia y de la historia, y faro, por tanto, del porvenir; estudiosa, analizadora, filosófica, profunda; pensándolo todo, diciéndolo todo», dijo Larra por alguna razón. Primordialmente, por ser periodista.

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