Carta del Director/Luz de cobre

La odisea de viajar en tren desde Almería

Lo de las comunicaciones ferroviarias en esta provincia está aún más cercano al siglo XIX que al XXI en la provincia

El TALGO de Madrid a Almería es el tren más ‘rápido’ para viajar desde la capital del reino hasta tierras capitalinas. Lo de rápido entenderán ustedes que es una licencia literaria al inicio de un artículo para tratar de sorprender, provocar un mohín de enfado y, aquellos que tengamos algo de socarronería, mezclar una sonrisa con el hastío permanente por lo de siempre. Viene todo esto a cuento de las doce horas que el martes el maravilloso ‘caballo sobre raíles’ tardó en hacer los algo más de cuatrocientos kilómetros que separan ambas ciudades. Sí, ya se que estamos hablando de una excepcionalidad, de una avería que no es lo habitual o común, pero si de retrasos que los pasajeros los soportan en más ocasiones de las necesarias. La realidad es que el viaje se puede hacer en torno a las siete horas que ya son un suplicio. Para los amantes de los paisajes, la tranquilidad y sin prisas hasta puede parecer una buena experiencia. Sin embargo, los que buscan este concepto los podemos contar con los dedos de una mano y los usuarios reales son viajeros que tratan de pasar el máximo de tiempo con su familias, ejecutivos que se han quedado sin vuelo porque casi siempre van llenos y a precios desorbitados o porque el coche tiene sus riesgos.Sea como fuere, lo de las comunicaciones ferroviarias con esta provincia está aún más cercano al siglo XIX que al XXI. Soy consciente que en este tiempo se han mejorado los convoyes, con un material viejo pero no anticuado, razonablemente cómodo, pero no para tirar cohetes.

El problema no está ahí. La deriva en la que estamos envueltos permanecerá mientras no tengamos el AVE con Murcia. Y eso, por más vueltas que le demos, no sucederá con suerte hasta la próxima década. Desde el administrador y desde la propia Renfe se ha buscado a lo largo de los años “parchear” el problema, en un intento de acortar algunos minutos el tiempo de viaje. A no tardar, cuando el intercambiador con Granada esté operativo avanzaremos un paso más en ese intento de restar segundos al crono. Pero la realidad es tozuda. Soy consciente de la mejora que ha experimentado el trazado desde Granada con el AVE, con la mancha negra del tramo de Loja. Un paso adelante obvio. Sin embargo, no recuerdo inversiones desde Linares o desde Granada a Almería, en una línea desfasada, más propia de otro siglo y con las limitaciones propias del trazado de hace más de un siglo, no electrificada y con subidas pronunciadas que impiden al tren alcanzar velocidades propias de la época en la que vivimos y no la de las maletas de cartón piedra, la inmigración y el sombrero de paja de la posguerra. No desesperen. Busquen en su interior la serenidad que ofrece el ejercicio de respiración acompasada y no se acuerden de los ministros de Fomento de los últimos 40 años que ha tenido este país, siempre preñados de promesas y todas incumplidas. Porque el viajar, a pesar de todo, es un placer.

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