La esquina
José Aguilar
Por qué Sánchez demora su caída
Las palmeras que han jalonado hasta estos días la Avda de Cabo de Gata de la ciudad, tienen una larga y sabrosa historia detrás. Algún día habrá que contarla, qué mejor que en estos momentos en los que han desaparecido del paisaje almeriense, supongo porque la pobres, altas y delgadas, no han encontrado quien les escriba, partido que las defienda y juez que las salve de perecer tras las tijeras del jardinero o palmero de turno. Eran un peligro para la seguridad de los ciudadanos y para los coches aparcados, nos han contado por activa y por pasiva desde la casa consistorial. Tan esbeltas ellas, tan elegantes que parecía modelos de alta jardinería, casi anoréxicas en su extremada delgadez, y encima no le daban sombra al ciudadano, cuestión esta muy importante a la hora de defender su aportación a la convivencia de los ciudadanos.
Entiendan que se habían convertido en un gran un estorbo. No representaban a nada ni a nadie, no formaban la guardia de ningún monumento que defendiera los valores de nuestra sociedad ¿a qué valores se refiere usted? a los que sean, no se me ponga usted renegón. Y han ido cayendo, una tras otra, sin vate que cante sus excelencias, sin un gran Ramón que en greguerías nos hablase de sus hermosas sombras en días de calurosos agostos o julios. Las palmeras que nos acaban de decir adiós (se cuenta entre las bambalinas de la casa consistorial), lograron que algún personaje, político evidentemente, se comprase una casa, degustara por primera vez el Único de Vega Sicilia y disfrutara de un viaje nunca olvidado entre aquellos compañeros a tierras alicantinas.
Aquellas palmeras están viendo acabada su estancia en las aceras de Almería. Y no deja de ser una pena. En aquellos días no se sabía el futuro anoréxico de las mismas y del peligro que iban a suponer para la futura seguridad de los paseantes, como tampoco que no iban a encontrar en sus últimos días entre nosotros quien les escribiera para salvarlas de una muerte anunciada. Y es que, queridas mías, no sois ficus, y eso que fue un alcalde socialista el que os trajo desde el hermoso palmeral de Elche, no defendéis el pabellón y la sombra de la Plaza de las Cañas, y eso, no os hace merecedoras de ser defendidas con uñas y dientes como lo fueron ellos, llevar vuestra defensa hasta la justicia y encontrar un juez que se apiade de vosotras y os deje vivir, como ocurrió con los ficus. Lo siento por vosotras, ya no os doblaréis en días de viento sobre la ciudad para saludar a los vecinos. Dejáis de ser un peligro, asegura la alcaldesa, sobre nuestras cabezas.
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