Reflejos

Francisco Bautista

El pensamiento rutinario

Pensar bien consiste en unir percepción, experiencia e intuición, sin prescindir de ninguno de estos tres elementos, aplicando un espíritu crítico, es decir, crítica de la percepción, crítica de la experiencia propia, crítica de la intuición. Saber observar, estudiar y ser prudente, constituyen los elementos básicos del pensamiento correcto.

En el aprendizaje de la realidad se ha de ser crítico y prudente. Cuando mayor es la experiencia más nos acercamos a su verdadera descripción, cuidando que al recordar lo aprehendido no consideremos malas experiencias anteriores puntuales, ni se añada suposiciones producto del intelecto. Hay que ser fiel a lo visto, oído, palpado… es decir no suponer sin tocar, ni manipular, lo tangible, observando las variedades de formas en que se presenta. No se debe caer en los prejuicios de la cultura propia, no pretender que lo nuestro es superior porque sí, sino que hay que extraer, de la experiencia, los valores comunes y universales, y en base a éstos realizar el juicio apropiado.

El conocimiento es observación amplia y minuciosa, libre de perspectivas preestablecidas, basada en una comprensión integradora. Lo percibido es analizado, extrayendo sus cualidades, cuantificando éstas, realizando posteriormente una comparación con lo conocido, produciéndose un aumento del conocimiento, que conseguirá aproximarnos más a la verdadera naturaleza del objeto, o fenómeno estudiado. Se produce el descubrimiento y valoración.

La valoración de lo observado ha de ser objetiva, libre de conceptos adquiridos, pues si lo ligamos a una sensación, o experiencia, nos puede llevar a engaño o error. Pero la sensación siempre va ligada al momento de la contemplación, a las circunstancias que las acompañan, potenciando su efecto de impresión y atención en sus detalles. De todo ello ha de ser consciente el observador, por los peligros que conlleva un análisis rutinario. Ha de afrontar todo hecho como novedad y descubrimiento, queriendo ver más allá que sus primeras impresiones, aunque guardándose la precaución avisada por la intuición.

La atención en la observación, la experiencia y la intuición, convierte en aprendizaje toda percepción. El peligro radica en caer en la rutina, en la ceguera de las acciones y miradas repetitivas. Las mismas conversaciones, iguales costumbres, anquilosan el pensamiento, creando una pereza mental que impiden que el conocimiento se renueve, se deslice hacia otras direcciones, tome fuerza desde su raíz. La curiosidad es el motor que ayudará a salvar el escollo de la rutina.

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