Precocidad, éxito y olvido

11 de septiembre 2025 - 03:08

En 1901 un jovencísimo José María López Mezquita, granadino ilustre, con apenas dieciocho años, obtuvo la Medalla de oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes por su cuadro “Cuerda de presos”. La técnica pictórica y la inteligente concepción de la obra deslumbraron al jurado. No se conoce otro caso semejante en la historia del Arte español, por encima incluso de Picasso, de quien se ha cacareado con frecuencia su precocidad infantil. En esa misma edición, para hacerse una idea, un Sorolla de treinta y ocho años obtuvo la Medalla de Honor. López Mezquita empezó así una carrera fulgurante que le consagró en vida como uno de los autores más relevantes de su tiempo junto a Sorolla, Zuloaga, Ramón Casas, Rusiñol y Romero de Torres. En 1902, con diecinueve, ya marcha a París becado por la corona y concurre a los certámenes internacionales más prestigiosos. La prensa francesa elogia su trabajo y obtiene medallas de Oro en Bélgica por su cuadro “La juerga” y en Munich por “Mis amigos”. En 1910 vuelve a ser Primera Medalla en España por “El velatorio”. Tras la muerte de Sorolla, convertido en el principal retratista español de su tiempo, trabaja asiduamente para la Hispanic Society de Nueva York. En vida fue aclamado como un heredero de lo mejor de la tradición pictórica española, con una voz propia y cabeza de una escuela, la granadina, que daría otros nombres muy relevantes. En la actualidad, su “Cuerda de presos” cuelga en una pared del Reina Sofía dentro de un montaje de obras de temática social sobre los desfavorecidos, unas encima de otras, apiñadas, como una colección de cromos que se exhiben no por su calidad artística sino por ser documentos que ilustran el capricho conceptual o sesgo ideológico del director de turno del museo. En el museo de Granada, pese a contar con una nutrida representación de su producción, entre ellas el célebre “Mis amigos” de 1906, obra crucial en la retratística española, tan solo cuelga de sus paredes El velatorio de 1910. Con cierta frecuencia sus obras salen a subasta en precios escandalosamente bajos si los comparamos con el estatus y reconocimiento que el pintor tuvo en su tiempo. Lo mismo puede decirse de otros autores de la misma generación o de las inmediatamente anterior o posterior, pero el caso de López Mezquita es quizá el más sangrante por la enorme estatura de su arte. Es el ejemplo más inmoral de cómo trata España a sus hijos más preclaros y talentosos. Como los desprecia y sume en el olvido más dramático que pueda imaginarse. Basura de país.

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