La ciudad y los días
Carlos Colón
Nacimientos y ayatolás laicistas
“el undo se derrumba y nosotros nos enamoramos”, le decía Ilsa a Rick, en la celebérrima cinta “Casablanca”, mientras la Gestapo anunciaba la inminente entrada del ejercito nazi en París. Antes de estas persistentes lluvias, mal tiempo, vientos a ráfagas y malestar en general, por la falta de costumbre en una ciudad que se jacta de tener un clima benigno, estuve en una ensoñación de visita por Abrucena y Fiñana, contemplando los almendros en flor y recordé de nuevo aquella escena de la película. La primavera, como el amor, no necesita pedir permiso para regresar. Ni el innombrable Trump, ni Putin, ni Netanyahu, pueden detenerla. ¿Mientras, dónde se esconde la primavera? En medio de estas aguas turbulentas que rodean a estos monstruos, el fulgor rosa-blanco de una flor adquiere un brillo aún más esplendoroso. Haciendo un repaso por la historia, me percato de que las flores han tenido gran importancia como símbolo en diferentes momentos. Ya lo escribió Alejandra Pizarnik: “La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”.
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