La esquina
José Aguilar
Por qué Sánchez demora su caída
¡¡ya era hora que se acabaran los privilegios para esta secta oficial de la iglesia católica!! ¿Cuál es su futuro hoy? Para empezar, asumir su presente. Un presente que rompe con un pasado de muchos privilegios. El nuevo ordenamiento jurídico del Opus Dei lo iguala al resto de congregaciones, iglesias, parroquias, diócesis y organizaciones eclesiales bajo el mandato de Roma, poniendo fin a una excepción que, tras la insistencia de monseñor Álvaro del Portillo, el papa Juan Pablo II concedió en 1982.
El pasado 8 de agosto, en plena canícula, se dio a conocer la Carta Apostólica que convirtió a la prelatura en una asociación clerical de modo que los no consagrados, o laicos, quedan fuera “como los adeptos llaman, la Obra” y bajo la jurisdicción del obispado, poniendo fin a una excepción.
Los que tenemos algún amigo muy vinculado a esa suerte de masonería a la inversa tal vez lo conozcamos mejor, como para saber que entre ellos no hablan del «Opus», sino de la «Obra». “Si dicen «el Opus», no es de lo nuestros”, dicen sus seguidores. Estos mismos amigos cercanos comentaban que la base social del Opus Dei, los «pitufos», como también se autodenominan con sorna entre ellos, estaba estancada en unas noventa y cuatro mil almas, entre numerarios, supernumerarios y agregados, repartidos en todo el mundo, en casi setenta países.
El ser católico significa universal. Lo contrario a lo exclusivo, a lo cerrado. Lo abierto, lo unido. Así que este pertinente motu propio dictado por el papa Francisco debería entenderse como una oportunidad para ejercer de nuevo un catolicismo centrado en el carisma, y no en otros intereses. Y entonces quizá vuelva a ser un movimiento como antaño.
La Obra es hoy una organización religiosa, social y económica de una envergadura superior a lo que probablemente nunca pudo imaginar Escrivá cuando empezó a concebirla en 1928 y echó a rodar en Madrid en 1934. La mayoría de los entes (escuelas, universidades, hospitales, propiedades inmobiliarias, templos…) están a nombre de fundaciones o sociedades cuyos patronos son miembros en todo el mundo. No ayudan tampoco las acusaciones de prácticas sectarias en las residencias, las de supuesto “lavado de cerebro” a miembros, entre otras cosas. La encrucijada actual, esa es la única certeza, obligará al Opus Dei a recorrer de nuevo un camino que parecía andado.
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