El problema del fascismo

09 de septiembre 2025 - 03:06

En los años 30, en Alemania, los camisas pardas nazis atacaban a los judíos, a sus comercios y a sus centros. El otro día, en España, los fascistas se convocaron ante un centro de acogida de niños inmigrantes para asustarlos y quién sabe lo que hubiera ocurrido de no intervenir la policía. En Alemania, destruían las sedes de los partidos de izquierda, como en España han atacado ya 165 casas del pueblo del Partido Socialista. La violencia se ha instalado en el día a día político en España. Insultan públicamente al presidente del Gobierno, incluso desde balcones de instituciones oficiales, lo linchan en efigie, acosan a políticos de izquierda, los difaman y deshumanizan en redes sociales.

Extienden el odio al diferente, al contrario político, a todo el que no comparte su brutal ideología. Esa gente pretende destruir la democracia, cortar nuestras libertades, derogar nuestros derechos. Y todo ello sin que el PP, la derecha española, lo condene, convirtiéndose en la derecha extremada y entrando en la espiral del miedo que quiere instalar Vox.

¿Qué hace la izquierda ante este desorden extremista? Dividirse, como siempre. No es capaz de aparcar sus diferencias ideológicas, con frecuencia no tan importantes, para hacer frente al advenimiento del fascismo. No han aprendido la lección de la Historia. No basta con condenar la violencia fascista. A la gente hay que transmitirle esperanza en la paz, y para eso es preciso que la gente tenga a quien votar para hacer realidad esa paz que desea a toda costa para sus hijos.

La unidad electoral de la izquierda es imprescindible para enfrentar el miedo, el desorden y la violencia fascista. Es preciso actualizarse ante esa batalla cultural que la derecha extremada y la extrema derecha están planteando –no en lo económico, pues la economía va, en efecto, como un tiro: los bancos están ganando más que nunca en su historia, el empleo ya no es el principal problema del país. No quieren hablar de economía, no les interesa–. Hace falta, entonces, una labor de pedagogía de la izquierda explicando, por ejemplo, la importancia de la inmigración para las pensiones y los empleos que ya no queremos los autóctonos, para las exportaciones, los servicios y la construcción.

Hay que replantear esa batalla y explicarle a la gente, que es en su mayor parte de paz y humanitaria, que el fascismo no es la solución, sino, precisamente, el problema.

stats