Desde mi experiencia

José Miguel Ponce

¿puede darse el amor en la empresa?

La excelencia no debe obviarse en una empresa si quiere llevar a cabo su actividad con eficiencia

Como la palabra amor tiene diferentes significados, aquí entendemos el amor como una virtud personal. Manifestar el amor es preocuparse por los demás, ayudarles a ser mejores personas, en definitiva, tener espíritu de servicio. ¿Por qué las teorías tradicionales sobre la empresa no dejan espacio para esta virtud en las organizaciones? ¿Es que acaso la eficiencia económica y el beneficio no son compatibles con la práctica de la caridad o del amor? Estas son las preguntas que se formula el profesor del IESE Antonio Argandoña en el documento "El amor en la empresa" El autor defiende que una organización económica de éxito, sólida y duradera necesita que en ella, y alrededor de ella, se ejercite y practique el amor. Se considera que una empresa es un conjunto de personas que coordinan sus acciones con un propósito común y cuyo objetivo es alcanzar unos resultados que todos ellos consideran deseables.

La omisión del amor en las organizaciones económicas se debe, probablemente, a dos razones. Una es un error sobre lo que es el amor, que se entiende como un sentimiento o una emoción, pero no como una virtud que las personas deben vivir en sus relaciones con otros. La otra es asimismo un error sobre lo que son las relaciones sociales dentro de las empresas, que se remiten a unas relaciones contractuales, a menudo frías y distantes, si no claramente contrarias, porque se considera que uno no puede desear lo que es bueno para el otro porque implica un daño para el primero. Y esto es precisamente lo que define al amor: el esfuerzo por conseguir lo que es bueno para otros, precisamente porque es bueno para otros.

El amor puede darse en la empresa y debe darse, de algún modo, para que ésta sea una comunidad humana capaz de conseguir resultados externos (rentabilidad) e internos (satisfacción y aprendizajes, tanto técnicos como morales). Argandoña defiende que esto se consigue cuando en la empresa se viven las virtudes y, por tanto, el amor, que es la virtud que promueve las demás y pone orden y unidad entre ellas. En cualquier caso, lo importante en un acto realizado por amor, aunque sea imperfecto, no es el resultado, sino la acción Una acción es éticamente excelente cuando el agente busca el bien del otro, aunque no le conozca (como un cliente, por ejemplo), aunque esté equivocado sobre lo que es bueno para el otro, o incluso aunque la reacción del otro sea contraria a lo que él esperaba. Y la excelencia no debe obviarse en una empresa si quiere llevar a cabo su actividad con eficiencia.

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