Por montera
Mariló Montero
Vox y Quasimodo
Sería "profesional" comenzar diciendo "nunca he ido de putas"; pero no pienso hacerlo, pues al lector le ha de importar una puta mierda a dónde va uno o de dónde viene. Por cierto, es de mentalidad cisheteropatriarcal pensar de ese modo, tan prejuicioso, pues puede que yo acabe de llegar de putos, bien caliente, para escribir de estas cosas. Estamos en una sociedad postmoderna donde andamos muy felices con la aprobación de normativas defensoras de la perrofilia y la gatofilia, pero todavía andamos sorprendidos de que se prefiera el sexo por dinero antes que el cariño gratuito de cánidos o félidos.
Y es que no hay nada más terrible que la Inquisición civil, ese ente descabezado -por ausencia de valores sensatos a los que atenerse- consistente en afirmar que hay no sabemos cuántas cosas que siguen siendo "inaceptables en pleno siglo XXI", pero que está formado por individuos que han elaborado sus escalas con valores y criterios tan absurdos como rígidos: "eres de izquierdas, luego ateo; de derechas, creyente".
Y uno, que es, como bien sabéis, de Izquierdas (por lo que ví en Salvador Fuentes), católico (por lo que me contaron de un tal Jesús de Nazaret), matemático (por Manuel Rubio, mi profe de COU), taurino (por Curro Vázquez), y del Athletic Club (por Iríbar y mis dos abuelos), no puede quedarse callado ni un puto minuto más con tanto calvinismo civil que ha salido a militar en la Izquierda de salón, andando muy repartido desde el centro izquierda a esa otra izquierda (autodenominada) radical, donde ya sólo habitan cuatro gatos, y con dos de ellos literalmente liberados con cargo al partido.
Anda uno ya más que harto de que se hable de lo mejor les conviene a las putas cuando nunca se les ha preguntado a ellas qué es lo que quieren o desean. Sobre todo, porque no escucháis una puta mierda: todas las personas tenemos que estar comprometidas contra la trata (de blancas, de negras, de pelirrojas, y de maromos empotradores); pero una cosa es la trata y otra cosa es que se nos olvide, ahora, aquello de que "mi cuerpo es mío".
Sí, este es el puto resultado de no practicar el primero y esencial de todos los valores: ninguna persona desearemos para nadie lo que no queremos que nos deseen a nosotras mismas. Un valor que debe ir acompañado de otro esencial: el del perdón; saber pedir y dar perdón. Pero sí, ya sabemos: lo vuestro es la Civil Inquisición, la sin perdón.
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