Carta del Director/Luz de cobre

La rebelión de los pueblos pequeños

Terracultura supone el escaparate de la capacidad de aquellos pueblos de los que casi nadie se acuerda, de la Almería de interior

Termina hoy en Chirivel una nueva edición de Terracultura. Una feria que comenzó sin ruido por parte de aquellos que creen en sus posibilidades y que en la edición de este año se ha consolidado como todo un referente de la agricultura de interior, de la agricultura de toda la vida, de la agricultura de las miles de hectáreas, en la que la cosecha tarda un año y se mima cada detalle para que el rendimiento sea superior.Terracultura supone el escaparate de la capacidad de aquellos pueblos de los que casi nadie se acuerda, de la Almería de interior, de la Almería vaciada, pero que siguen ahí aguantando el tirón, luchando por la supervivencia y a poco que nos descuidemos volverán a darnos razones para desmentir tópicos, recuperar el pasado glorioso y la lucha por la normalidad, la seriedad, el silencio y la vida de un pueblo que jamás debe estar unida a la compasión por aquello que fue, a la nostalgia de antaño y, ni mucho menos, al absurdo de la subvención como eslabón de la cadena de la vida.

Los pueblos de esta provincia, cualquiera de ellos, se aferra a su futuro con las mismas garras de aquellos que han logrado ascender a la cima de la pirámide de la vida por los cambios de las sociedades modernas. Pero en ningún caso cabe pensar que han pasado a mejor vida o haya que visitar sus ruinas en los próximos años, pasto de la despoblación y el olvido. Premisa falsa.

Chirivel, Vélez Rubio, Dalías, Alhama de Almería (podría citar a otros muchos) se han aferrado a lo que les quedaba, a las migajas en muchos casos que se les ha repartido, para engancharse al progreso, a la modernidad, al futuro sin perder ni un sólo ápice de la tradición, del paso de la vida que ha sido, es y seguirá siendo igual o similar en los próximos siglos.

No confundamos modernidad con olvido de las tradiciones. Aquí nada se deja al azar. Se transita por el futuro aferrado al gusto por lo de siempre, por lo cotidiano, por el paseo a la fuente de los caños o por la partida en el bar de La Purita, sin que el vendaval de tecnología, futuro y digitalización derribe el conjunto de normalidad forjado durante siglos, labrado a base de martillo y cincel. Al contrario, lo que llega se abraza para mejora, uso y disfrute de lo que existe, nunca para acabar con ello.

De lo que se trata es de que te haga la vida más fácil, de que la producción se incremente sin perder el sabor de la tradición y de que el tiempo de asueto, de descanso sirva para avanzar en los mecanismos que consoliden las reglas establecidas, mejorarlas llegado el caso, pero nunca imponer nuevas. Ver como la tecnología aplicada a la agricultura de interior mejora la vida de los pueblos para permanecer agarrados a su historia es una delicia al alcance de aquellos que aún miran al horizonte en un tractor de medio millón de euros y son capaces de abstraerse con la puesta de sol.

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