Mala cosa. Mala cosa que mi anterior columna la dedique al episodio de desprestigio que vive nuestro Poder Judicial a causa del bloqueo de la renovación del CGPJ y que, para esta, tenga otro episodio de la misma naturaleza del que hablar: la intervención del pasado día 23, y desde la tribuna de oradores de nuestro Congreso, de doña Carla Toscano, diputada por VOX.

Y es que, en caso de leal ejercicio de los cargos representativos, que el discurso de un diputado fuese noticia sería siempre motivo de alegría para la ciudadanía, pues, siendo el Congreso el lugar destinado a tratar las necesidades de la sociedad y buscar solución a los conflictos sociales, estaríamos hablando de una intervención de tal altura que habría concitado el consenso alrededor de lo necesario de su alabanza, pero, cuando no es el caso, puede que lo noticiable salga del lado opuesto, de lo que ha de preocuparnos, y que nos veamos leyendo sobre situaciones como esta en la que se ha utilizado ese privilegiado altavoz desde el que se habla en nombre de este pueblo para insultar a una persona (que, en este caso, además, también tiene el tratamiento de Excma. Señora). Pero claro, sabiendo que el "todo vale" nos va ganando la batalla, que duda cabe que es mucho más fácil prepararse una intervención dirigida a atacar a otra persona que una orientada a abordar alguno de los numerosos frentes abiertos que hoy tienen nuestra sociedad, nuestra industria o nuestro estado de bienestar.

Y hablo de la intervención de la señora Toscano porque ha sido la última convertida en noticia, pero podría hablar de otras muchas de políticos nacionales, regionales y municipales, en su mayoría de partidos de reciente creación, que solo buscan el ataque personal, el lucimiento propio y/o el rédito electoral.

Y qué hay detrás de estos intolerables, corrosivos, y, cada vez más frecuentes, comportamientos, pues una evidente falta de respeto hacía el Estado y sus instituciones, o ¿acaso una persona que respeta la institución de la forma parte se comportaría, a sabiendas, de manera que pudiera comprometer, en modo alguno, el prestigio de dicha institución?.

Pues aquí llega nuestra parte, la de los ciudadanos que queremos seguir viviendo en democracia: exigir el respeto a sus instituciones porque, como nos dejó dicho el filósofo, politólogo y jurista italiano Norberto Bobbio, en ellas reposan todas las ventajas del método democrático como sustituto funcional del uso de la fuerza para la solución de los conflictos sociales.

Y termino con una célebre declaración de este célebre pensador: "He aprendido a respetar las ideas ajenas, a detenerme delante del secreto de cada conciencia, a entender antes de discutir, a discutir antes de condenar. Y ya que estoy en vena de confesión, hago una más, acaso superflua: detesto a los fanáticos con toda el alma".

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