En menos que canta un gallo

Los ricos matices de una corrida de toros (V)

Ha llegado la hora de la verdad. El diestro, hecha la faena, va a la búsqueda del estoque (casi ningún matador lo lleva desde el comienzo del trasteo). La suerte suprema es la más complicada. Pero, del mismo modo, la más auténtica si el torero la ejecuta como mandan los cánones.El astado, según su condición, pedirá un terreno u otro. Si lo suyo es la bravura, el torero lo matará en la suerte natural, dando la salida al cornúpeta a terrenos abiertos; si, por el contrario, es manso, el diestro lo matará en la suerte contraria, de forma que la salida del oponente será la de las tablas. Muchos toreros, que han sido grandes con el capote y la muleta, han tenido serios problemas con los contratos, por matar mal. No olvidemos que la profesión la define un sintagma (complejo): matador de toros. Una estocada, en los rubios, en todo lo alto, hasta los gavilanes, en el hoyo de las agujas, en la yema, hasta la bola, en la cruz, ejecutada a ley, es la estampa 18, La temeridad de Martincho, de la Tauromaquia de Goya. Con el sombrero, en lugar de la muleta. Sin trampa, ni cartón. Como si la soberbia estocada de Daniel Luque al sexto de el Parralejo, que le abrió la puerta del Príncipe, hubiese sido el sueño de John Fulton en la Maestranza. Una tarde de abril y Romero Murube.

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