Ni es cielo ni es azul
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Hubo un tiempo en que Putin parecía amigo de los países de la Unión Europea. Incluso solicitó integrarse en ésta, así como en la OTAN. Ambas peticiones no eran viables. Su unión con esta organización militar hacía perder parte del sentido de su nacimiento. Respecto a su integración con los países europeos, suponía un cambio de alianzas internacionales, pues USA quedaba fuera de juego, siendo la unión con Rusia el inicio de un gran conglomerado mundial, Eurasia, en el que se conjugaba la capacidad técnica europea y la riqueza mineral, y agrícola, del gigante eslavo, que unida a su potencia nuclear, y capacidad espacial, convertiría a la nueva Unión Europea, más bien euroasiática, en la primera potencia mundial.
Estados Unidos no permitió ambas opciones, por lo que el líder ruso fue cambiando de inclinaciones internacionales con el tiempo.
La situación de la Federación Rusa se encuentra en un estado crítico. Económicamente es una segundona, sus riquezas naturales, y territorios, suponen un apetitoso bocado para su vecino asiático, posee una población insuficiente para atender la gran extensión de su espacio nacional, científicamente ha dejado de estar entre los primeros.
Putin ha optado por romper la baraja y lanzarse, aprovechando el potencial nuclear que aún conserva, a reivindicar su presencia como gran potencia mundial, para situarse entre aquellos que se repartirán el mundo del futuro. Para ello se ha aliado con China e India, este último como acompañante pasivo, albergando las dos naciones asiáticas un fuerte resentimiento hacia Europa, por su pasado colonial. Piensan que ha llegado su momento de revancha, aparte que las necesidades del futuro apremia su decisión, por la escasez de alimentos y materiales estratégicos que se avecina. Rusia al unirse con China acepta el abrazo del oso, pues cree que la sujetará con una postura suicida atómica. Ha empezado a jugar a todo o nada, y le da igual lo que ocurra.
El alma rusa descansa sobre unos arcanos culturales que dirigen su metapolítica, pues se considera así misma como la Tercera Roma, depositaria del espíritu cristiano ortodoxo e imperial. Cree que como pueblo elegido por Dios, a pesar de penas, desastres y sufrimientos, siempre emergerá, logrando imponer su impronta en el mundo, pues como pueblo elegido su destino así lo propone.
Si no hay un entendimiento internacional el mañana es incierto.
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