Estar solo o sentirse solo

14 de febrero 2025 - 03:08

La soledad, como otros estados del ánimo -y del alma-, puede presentarse de distinta formas y, además, provocar diversos efectos. De una manera pronta y escueta, el no pequeño alcance de la soledad se define con una precisa y breve acepción: la carencia voluntaria o involuntaria de compañía. Incluso vienen al caso las atractivas y contradictorias comparaciones del oxímoron si se da por buscar, o por tener, una acompañada soledad. Las más de las veces, sin embargo, la soledad no parece una buena compañía, pero circunstancias hay en que el hecho de estar solos resulta beneficioso para eso que se tiene como bienestar emocional -si hay inteligencia emocional, además de artificial, también estará presente el bienestar de las emociones-. Es el caso de hacer de la soledad una oportunidad para la introspección -el mirar hacia adentro que, a veces, puede asustar-, así como para encontrarse en calma. Importante resulta, a tal fin, distinguir entre estar solo y sentirse solo. La primera situación es un estado físico, sin compañía cercana o personas alrededor, mientras que la soledad como sentimiento es una percepción, de carácter subjetivo y personal, que se presenta incluso sin que falte la compañía. Por tanto, cabe entrenar, dígase así, la soledad si se interpretan provechosamente los beneficios que procura y se alejan las percepciones que la hacen indeseable. La gestión de la soledad, la manera de administrarla, es, por ello, una facultad acaso más favorable que la intención o el propósito de evitarla. Parece comprobado que las personas que aprenden a estar solas experimentan una mayor satisfacción general, aunque el disfrute de lo soledad no sea experimentado como tal por todas las personas. Claro está, además, que la soledad impuesta provoca efectos y emociones negativas. Puesto que las redes sociales acompañan no poco -otra cosa es de qué manera-, su uso descontrolado, aun sin contacto directo con los otros, impide alcanzar los beneficios de la soledad. Al cabo, todo es cuestión de equilibrio, pues pasar tiempo a solas es bastante más llevadero si se alterna o combina con la vida social. Y, también, del estado de dependencia, ya que difícilmente puede elegir la soledad quien necesita de los otros para funciones ordinarias pero vitales. No se olvide, tampoco, una de las sencillas y categóricas verdades de Perogrullo: “Más vale estar solo que mal acompañado”. Entonces, la soledad es el remedio menos malo, y uno está y se siente solo.

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