Cada septiembre

Vuelven los escolares todavía con los ojos cansados del verano junto al aliento de una treintena de niños pegados a sus pupitres

12 de septiembre 2023 - 00:15

No encuentro nada tan esperanzador como el sonido de niños y niñas en algarabía esta mañana de septiembre ante el nuevo curso escolar. Sus gritos alegres acallan los ruidos de la ciudad, pero se pierden entre los parques vacíos y los olvidos de los despachos del Preventorio municipal.

Cada comienzo de curso es el comienzo de ilusiones renovadas, también de olvidos, los mismos de cada año que resuenan sobre las cenizas del curso anterior. Otra vez estas criaturas vuelven a encontrarse, ya ves, agobiadas por el volumen de su cartera, sobrecargada de material escolar en sus espaldas, y así hasta final de curso.

Alguien me cuenta que esta mañana de septiembre algunos padres se han levantado con los ojos hundidos en el calendario, aturdidos por el trastorno de horarios que habrán de conciliar con los horarios del colegio, ritual que deberán resolver con un manantial de imaginación y el bendito recurso de los abuelos, cuando los hay.

Vuelven los escolares todavía con los ojos cansados del verano, pero hasta que los cristales de las ventanas las empañen el invierno, las aulas seguirán siendo un magma caldúo que aún levanta este verano eterno, hostil y hosco junto al aliento de una treintena de niños pegados a sus pupitres. Ya ves, el aula flota desde mayo entre el vapor del mar y el calor del verano. Aquellos centros educativos que, por un día fueron templos de la democracia las pasadas elecciones, sus maestros esperaban encontrarse con los flamantes aparatos de aire acondicionado que espantaron aquel día electoral un fuego de castigo. Pero eran solo ilusiones.

Me dicen que hay colegios todavía manga por hombro porque al ayuntamiento, empantanado de olvidos, pasó por alto quizás la tarea más noble del municipio cual era conseguir el reto de que cada septiembre la comunidad educativa tenga un feliz encuentro con su aula pintada, arreglados cuartos de baño y accesos, tapado aquel hueco de ascensor aún al descubierto, parcheado el patio de recreo, sustituido el viejo o roto mobiliario, cambiar bombillas o limpiar el colegio de la basura del curso anterior.

Los gritos infantiles del primer recreo de septiembre será la ortografía mal escrita de todos los recuerdos que formen parte de la bitácora de padres y maestros choreando tanta dejadez municipal. Algún mañana estos niños crecerán y, como una ola brava, los expulsarán de su preventorio con aire acondicionado. Ya ves, el olvido también se impregna en las pupilas.

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