Un relato woke de la extrema izquierda
Si la universidad es tu enemigo
La alternativa a la universidad no es otra que la superstición. Hasta el siglo XVIII (con la llegada del pensamiento ilustrado y el nacimiento de la mayor parte de las ciencias modernas), el pensamiento mágico, principalmente teocéntrico, dominaba la vida y el funcionamiento de occidente. Si te pasaba algo bueno, era gracias a Dios. Si, en cambio, lo pasabas mal o sufrías era por voluntad o castigo divino. Basta mirar un instante a nuestro alrededor para darnos cuenta de que en gran parte casi todos los avances tienen que ver, de manera directa o indirecta, con las universidades.
A los poderes fácticos del 68 les molestó, y mucho, que ciertas universidades de Francia y México proclamaran que había que bajar las armas, que las guerras imperialistas no tienen sentido, que hay que plantearse otras formas de vida. Las Universidades españolas, por su parte, eran un peligro para el franquismo. Hubo muchos intentos de sabotaje, asociación y organización desde dentro, lo que llevó al dictador a crear un sistema de vigilancia que incluía a la iglesia, el ejército y Falange como garantes del orden. Lo más moderno y «cool» es decir que es una fábrica de parados, cuando los datos de empleo entre titulados superiores es muy superior al resto. Hay quien dice también que el conocimiento que promueve es anticuado e inútil, que necesita modernizarse, que padece una gran endogamia, etc. Puede que algunas de estas afirmaciones no sean del todo erróneas. La Universidad de Harvard es la más importante y prestigiosa del mundo, tanto por el alcance de sus investigaciones como por las personas que han estudiado o trabajado allí (premios Nobel, Pulitzer, etc.). Como institución científica, tiene como criterio lo que la ciencia ha demostrado: la diversidad es riqueza. Son conscientes de que cuanto más diversos sean, mejores serán los aprendizajes que se producen. De ahí que tengan un amplísimo sistema de becas (20 % a cero euros y 55 % de estudiantes con ayuda financiera) y haya hasta un 35-40 % de alumnado extranjero en algunas enseñanzas. Por eso es tan grave la reciente ley de Donald Trump, que prohíbe expresamente el acceso de personas extranjeras a Harvard. La conclusión es clara. Si A es B, entonces B es A, en todos los casos. Si le universidad es tu enemigo, eres un fascista. Si eres fascista, atacarás la universidad. Si apoyas el fascismo, apoyas la vuelta a la edad media.
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