Antes, silencio. Ahora, aplausos

Se da por entendido que el silencio hiela la sangre; y el aplauso, alegra el corazón

El paso del tiempo cambia los modos, las formas y las costumbres sociales. La vida es movimiento. La quietud es la muerte. No sé a usted, pero a mi, salvo excepciones muy concretas, no me parece adecuado aplaudir después de guardar un minuto de silencio por un asesinato, sea la culpa de un terrorista, de un maltratador sexual o de un loco al volante que circula en sentido contrario y ocasiona un grave accidente con desgracias personales.

Ahora bien, hay gente para todo, como decía "el Guerra". Los que están de acuerdo con aplaudir verán que los aplausos se miden por la duración. El aplauso sale cada vez más de dentro. La duración de los aplausos es una manera de medirlos, pero no lo dice todo. Los aplausos pueden durar sin que todo el mundo aplauda. Cuando son muchos los que aplauden se dice que los aplausos son "nutridos". Y cuando además son unánimes y todo el mundo aplaude a buen ritmo se dice que la ovación es "cerrada". En otras épocas de menor exactitud se hablaba de "grandes y prolongados aplausos". No siempre el aplauso es fácil. "Arrancar el aplauso", como se dice, no siempre se logra espontáneamente. Si una persona llegase al final de un acto, una conferencia, un concierto, una mesa redonda, el fragor y el ritmo de los aplausos puede indicarle mucho. Solo observar las caras. El que aplaude puede poner caras diversas. Hay caras de pena, de aburrimiento, de simpatía, de admiración, de nostalgia, de alegría, de entusiasmo. Es muy entretenido, mientras aplaudimos, contemplar en las caras el estado de ánimo del que, con las manos, aprueba lo que acaba de oír o lo que acaba de ver. ¿Bien o mal? Guste o no guste. ¿Salimos ganando o perdiendo? Habrá quien cree que es mejor oír un aplauso que nace de la generosidad o de un corazón agradecido o dolorido, según el momento, y no el silencio teñido de luto irreparable. Sea como sea, lo cierto es que cambiamos una forma de comportamiento social ante unos hechos que si antes inspiraban silencios hoy producen sonoros batir de palmas. El aplauso aumentó de categoría y, como estamos viendo constantemente sobre todo en televisión, ya no solo significa alegría; también las sociedades de los últimos treinta años han creado un aplauso tan enorme y generoso que manifiesta tanto la alegría como la pena. Se da por entendido que el silencio hiela la sangre; y el aplauso, alegra el corazón.

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