Medio siglo
Equipo Alfredo
Público y privado: el cuarto oxímoron
El contraste entre la sombra y la luz es, precisamente, luminoso por esclarecedor. Además, resulta de la complementariedad en mucha mejor manera que del antagonismo de los opuestos. Las sombras, por ello, no son contrarias a la luz, sino consecuencia de la afirmación de esta. En distinto grado, además, pues unas sombras se deben a la calurosa plenitud de las luces del día, como las que pueden advertirse en la imagen, y otras a la penumbra, en ese momento de tránsito entre la luz y la oscuridad, algo similar a las claridades incipientes del crepúsculo matutino o a las mortecinas de las tardes que agonizan ante la negra oscuridad de las noches. Un pasadizo de sombras intensas entre dos avenidas de luces tiene, por otra parte, el carácter de refugio. Mas este no solo alivia del desafuero del sol y el sobresalto de las temperaturas, sino que brinda alguna posibilidad de ocultamiento o de anonimato, casi de intriga imaginaria cuando es solo una persona, con provisiones bajo una sombrilla veraniega, la que pasa ante la oscura travesía del callejero. Como si, de pronto, en lugar de avanzar hacia delante, girara sus pasos a la derecha para hacerse menos reconocible en una galería de sombras que hacen más desapercibida, por menos expuesta, la presencia. En fin, hechas de luz están las sombras, aunque en ellas se busque amparo cuando las luces resultan rigurosas e inclementes.
También te puede interesar