La terrible cordura del idiota

10 de octubre 2025 - 03:09

No me digas que al remate has hecho caso al loquero ese que te embute de olanzapina y fluoxetina por un tubo y así, grogui como andas, ambicionas escribir al dictado todo cuanto nosotros te gritamos a las primeras de cambio en los sitios menos oportunos o te farfullamos entre carcajadas cuando el tropel urbano taladra la ansiada calma o te bisbiseamos maliciosamente al oído desde el mismo vellón de la almohada en mitad de la cenagosa oscuridad perenne de la vigilia? Mírate al espejo: estás hecho una piltrafa; apenas si te asiste el pulso para asir el lápiz. ¿Buscas la paz? Puede que te tranquilice saber que mi voz, nuestras voces, esas voces que solo los bebés, los vates, los profetas y los locos podéis oír pero que no pueden grabarse en un magnetofón, aun cuando adopten a veces el volumen, el timbre, la tesitura, la inflexión, el tono, el deje con que tu padre un día y otro y otro y otro y otro más, siendo niño, te insultaba, no son sino el acibarado fruto del sufrimiento, ese árbol Frankenstein de cuyas ramas penden también el insomnio, la alopecia o la úlcera estomacal.

Hoy, 10 de octubre, es día pintiparado para principiar tu escritura terapéutica afirmando que la salud mental no existe; que no es más una paparrucha que pasa por alto la obviedad de que no enferma la mente sino el cerebro. Y, aun así, no todo daño o disfunción neuronal localizados en el cerebro desemboca en un comportamiento anómalo, extraordinario o, si se quiere, disparatado. Así mismo, por extraño que parezca, la mayoría de los locos tiene el cerebro como una rosa, lozano, lustroso, incólume, o al menos así lo tiene antes de que lo estraga, en nombre del santo diagnóstico, la artillería química que de por vida dispensa la industria farmacéutica. El dinero simplifica, homologa y reduce a materia, sin ver que en el misterio humano hay más cera que la que arde en la tabla periódica. Construida y sufragada desde el principio por el poder, la psiquiatría se hace la tonta y disfrazada con la bata blanca de la Ciencia, juega a enmascarar su aberrante filiación con el Derecho y la Política. Pues, ¿qué es un diagnóstico, sino una sentencia? ¿Y qué, un manicomio o un tratamiento farmacológico, sino una prisión? Tú no eres un enfermo, ¿está claro? Ni siquiera un loco. Eres un hombre que sufre la poética anormalidad de ser libre. «Purgas un pecado ajeno: la cordura, la terrible cordura del idiota.»

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