Mientras el mundo gira

andrés caparrós

El tío Andrés, "de la tiricia"

Era un curandero de mi pueblo que quitaba el mal de ojo, el aojo. Esa cosa de brujería, dicen, que te apoca el ánimo y te pone pajiza la cara como si tuvieras ictericia - "tiricia" - Durante muchos años, eran de ver las caravanas que acampaban cerca de la casa en que vivían junto al mar, Andrés, El de la Tiricia y Juana, Lal Carro, su mujer. Como si aquello fuera un lugar santo, acudían peregrinos de toda Almería, y más allá. No estoy seguro de que el servicio se pagara en metálico, entre otras cosas, porque de eso no había mucho por aquel entonces. Lo que se estilaba era el trueque. La cantidad de gallinas, huevos, harina, frutas o verduras, con las que había que compensar el trabajo del santero, las trataba su mujer mientras él descansaba lo imprescindible, para acometer el siguiente caso. La mayoría de ellos, por no decir todos, le hacían sufrir mucho, en la transferencia del mal ajeno a sí mismo. De tal manera, que solía caer en trance, con espasmos nerviosos, aspavientos y gritos ahogados, guturales, que estremecían al paciente, a quien, con una simple mirada, descubría el mal que traía; y sabía al instante, qué cantidad de sesiones necesitaba. Las lenguas de doble filo, decían que la duración del tratamiento la fijaba el día anterior Juana, Lal Carro, dependiendo de los huecos que tuviera la despensa, y de lo que le picara la cabeza, pues eran años de mucha hambre y de muchos piojos. La habilidad que mi madre tenía para triturar liendres con sus uñas sobre el pelo negro rizado de la patrona, pagaba "las facturas" de los tratamientos que mi familia iba necesitando. Curiosamente, me estoy acordando mucho últimamente de Andrés, El de la Tiricia. Quizás sea porque, como parece que no hay ni va a haber manera de atajar el cúmulo de calamidades que nos dan miedo, nos bloquean el ánimo, nos tienen anonadados, nos visten la cara del color de la ira ante el errático criterio de nuestros gobernantes, me viene la invocación de aquellos milagros que hacía mi ilustre y santo paisano. Esta catástrofe, ¿será cosa de brujería que se puede curar más que con vacunas, con ensalmos? ¿Tendrán que ver con nuestro desquiciamiento general, la mirada, que parece maléfica, de Fernando Simón, y la vocecita de monje rezador, del Ministro de Sanidad de España y candidato del PSOE a las Elecciones Autonómica de Cataluña? ¿Por qué no los cambian, a ver qué pasa? Peor no nos puede ir. Lástima que ninguno de sus descendientes haya nacido con el don que Dios le dio al Tío Andrés. Don, que le marcó al nacer, decían, en la forma de una cruz en el cielo de la boca. Aquí dejo mi propuesta: una historia para sonreír, en medio de tantas historias para no dormir… mientras el mundo gira.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios