En el último recodo del camino

22 de abril 2025 - 03:08

¿qué hace, al final, que el ser humano, repasando su vida, desee rectificar todo aquello que hizo mal, reconciliarse con todo lo que en un tiempo odió, aceptar lo que antaño le pareció inaceptable? La Vida, esa cadena de errores de los que aprendes y te edificas o te hunden en el abismo de la inoperancia o la melancolía, se aclara en los últimos tiempos que te tocan vivir y, o te afirmas en tus convicciones, esas que produce la experiencia, o retrocedes en tus antiguas afirmaciones y, en el último recodo del camino, dejas en él los juicios que fuiste emitiendo, uno tras otro, arrastrado por las circunstancias de cada época y, sobre todo, por los demás. Tal vez ese ser humano, insignificante a la postre, vencido por la edad y por el mundo, llegue a la convicción de que las luchas pasadas fueron inútiles, que, en verdad, los buenos tenían razón, aunque siempre sufriesen el abuso de los malos, que, al término de la Vida, lo pasado, pasado está; lo hecho, hecho está; los errores, errores, en efecto, han sido. Y uno, llegado el momento, se pregunta: “Entonces, ¿de qué ha servido todo esto?”. Y uno concluye que, al fin y al cabo, agua pasada no mueve molino y, a lo hecho, pecho. Y que no hay posible vuelta atrás para corregir nada. Sin embargo, el corazón ya no se llena de aquella arrogancia juvenil ni de aquel orgullo irracional, sino que asiste al escenario de la Vida con otro entendimiento, otra capacidad de comprensión y una incipiente necesidad de perdonar, de recomenzar desde este punto en que estamos sin volver el rostro al pasado. Y entonces las equivocaciones del padre, de la madre, de los hermanos, de todos los que conocimos, se empequeñecen ante el presente tranquilo, la experiencia acumulada y la enseñanza recibida, de grado o por fuerza, del propio devenir en ese camino tortuoso y complejo que ha sido la Vida vivida. Las cosas, entonces, pierden aquel valor que le atribuíamos: son solo cosas. Las esperanzas, unas cumplidas, otras no, se truecan en recuentos tranquilos y regocijo en lo que se tiene, sea lo que sea, y ya solo tienen valor referidas a los que ahora luchan por la vida o la comienzan, no por uno mismo. Ahora son ellos los que tienen que vivir. Sus comienzos, tan parecidos a los propios, son reflejo de uno mismo.

stats