Opinión
Referentes en inclusión
Estoy solo en la azotea de un hotel en San José y frente a mí está el mar tapado por los muros que elevan una pequeña piscina. Hace viento, tanto que tira la sombrilla que incluso he atirantado a la barandilla por eso me he tenido que colocar en la sombra y no veo el mar. Abajo en el bar se gritan los goles de un partido de fútbol de la selección. Como ya son casi las ocho de ja tarde y no hace tanto sol voy hacia donde está mi pareja con la tumbona. En mi triste vacación de un día recuerdo cuando en está pequeña playa leí Robinson Crusoe, creyéndome en una isla o en una aventura que termina en una caravana de vuelta a casa. La literatura, que viene a ser la lectura precisión académica más o menos, es un momento en un lugar y un entorno. Es lectura, o literatura, porque se recuerda el momento siempre, como cuando leí Muerte en la Tarde de Hemingway en el Parque Nicolás Salmerón en los descansos para comer del trabajo. No recuerdo donde o cómo comía pero si recuerdo que Hemingway y una señora mayor conversaban sobre los toros y los toreros. Ahora leo El mundo es ansí de Baroja y todo me parece falso, el libro empieza en la página 31 por un error del ejemplar. No trata de una historia en un lugar español sino de una persona en Rusia, Suiza o que sé yo, siendo la chica rusa y es como una pequeña estafa de vacaciones, pese a que todo es idóneo, probablemente el que ya no es idóneo soy yo, empeñado en rememorar momentos y lecturas. Me han estafado en el momento, el lugar y la nostalgia que nunca tendré de mi inútil intento de crearme mi pequeño universo literario de verano. En otra ocasión mi recuerdo es leer un pequeño periódico en una piscina de un camping, como si todo me arrastrara a disfrutar de vacaciones sin lectura literaria ni nada que tenga que ver, que ya no estoy en un piso de alquiler en una mudanza de mis padres leyendo a Aldecoa para un trabajo de clase de bachillerato. Convirtiéndome en ese monstruo kafkiano que ya no es capaz de ser el mismo lector de antes. Pero quiero intentarlo una vez más, leyendo novelas de aventuras o de piratas. Leer a Verne o Salgari, imaginar viajes, ver películas de aventuras en la selva. Dejarme de alturas literarias pomposas, salvo el Quijote, que he leído en bachilleratos, playas, barcos y trenes. Un diminuto verano de dos horas en una playa que aún no se ha ido y está allí como antes, sólo que ya nada es como antes.
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