Metafóricamente hablando

Nosotras también vamos a la pelu

Era una mujer delgada y morena. Tenía unos ojos almendrados y la mirada limpia de quien se siente orgullosa de sí misma. Vivió tiempos difíciles, pero nunca se arrendró ante las dificultades, la adversidad le hacía crecerse. Quienes la conocían sabían de su fuerza inagotable, cuando le preguntaban por su vida su respuesta invariable era: ”pues ná, aquí luchando”. La vida para ella era una lucha diaria por conseguir el pan de cada día, el bienestar de su familia, y una sociedad más justa, libre y democrática. En los primeros años de la transición fue una activista incansable, la ilusión por conseguir el cambio en su país, le animó a seguir en esa “lucha diaria” que, como una brújula, había guiado sus pasos. Repasando algunas fotografías de la época, reconoció en ellas a muchas personas que hicieron su mismo recorrido. Amig@s y compañer@s, que con el coraje y la ilusión por hacer un país moderno, a imagen de las democracias europeas, lo consiguieron transmitiendo esa fuerza transformadora a los ciudadanos. Hoy, peinaban canas o lucían un brillante cráneo despejado, pero tod@s sin excepción se sentían orgullos@s de haber protagonizado aquella revolución tranquila e ilusionante. Eran jóvenes, tenían la fuerza y la convicción capaz de mover montañas, pero el tiempo que nunca se para, las horas que imperceptiblemente se van desgranando hasta transcurrir como el galope de un caballo desbocado, cambió el decorado sin que muchos de aquellos jóvenes se apercibieran. Escuchar sus críticas acerbas ante situaciones incomprensibles para ellos, le parecía patético, sus contemporáneos ahora eran distintos, su lucha era otra, su preocupación de presente y de futuro era derribar los nuevos molinos que les amenazaban. Muchos hombres y mujeres, que como ella, les acompañaron en esa brillante época de cambio, miraban el espectáculo esperpéntico que se desplegaba ante sus ojos entre la estupefacción y la tristeza. Las mujeres sin derechos, que dieron sus primeros pasos en la igualdad de la mano de aquellas personas, hoy eran madres y abuelas de juezas, medicas, empresarias o científicas, ciudadanas libres, que ya no se conformaban con las migajas que algunos les ofrecían para conformarlas, y daba igual su inclinación política, habían llegado hasta aquí para quedarse. Esa revolución ilusionante y silenciosa que comenzó con la democracia, era ya una carrera imparable, algunos de los protagonistas de este cambio, se sentían sobrepasados por una situación que ellos mismos habían impulsado, y esa era la paradoja de su incomprensión: no reconocer su propia obra. Pues sí señores, se puede ir a la pelu y hacerse las uñas, mientras en el ministerio que preside una mujer, se redacta la ley que va a regular vuestras pensiones, es así de sencillo, lo entendéis?

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