Desayuno con diamantes

José Fernando Pérez

La vereda de la puerta de atrás

Los sanitarios nos sentimos luchadores cansados. A borbotones hemos sangrado y llorado por algo

Seguro que siempre existe una puerta de atrás para cualquier situación, aun-que no sepamos donde mira ni qué hay detrás de la puerta. Puede ser que te lleve a una vereda donde poder empezar de nuevo un camino sin fin, lleno de ilusiones en la mochila, buscando sólo campo yermo donde andurrear y quizá silbando a la desgracia que te acompaña ese tema de Extremoduro.

O quizá la puerta de atrás, la de la escapatoria, sólo se ofrece como medida de salvamento in extremis, en aquel momento donde cualquier atisbo de hu-manidad ha desaparecido, donde el raciocinio no ha lugar bajo la cubierta me-níngea, y donde sólo se ha marcado un camino que destruye y deja huella del desastre.

La puerta de atrás da a una vereda, a veces llena de pedruscos y espinas, de olor a mierda y cadáver o a esperanza, cerrada hasta que alguien decide abrirla.

Podemos ser los indicado en acallar el silencio de su cierre o bien podemos ser empujados a darle una patada manifiestamente dolorosa, para que ese portazo que se da al cerrar haga estallar la cabeza del que, con boca seca, se acaba de levantar del nuevo envite que le ha dado el cuerno de la realidad.

La puerta de atrás es azul, rosa o vainilla. De hierro, contrachapado, poliéster, poliuterano o acero toledano…pero detrás de la puerta, donde comienza la vereda, puede que te encuentres un trabajo, ilusión, un ideal o una nueva forma de retorcer la realidad para que se parezca al juego del gato y el ratón, o la solución a las cuitas que nos llegaron y que ahora parece que quieren desaparecer.

Hemos visto a unos cuantos después de este año pasado, coger la puerta de atrás asustados y sin posibilidad de elección de su futuro ni de despedida. Los sanitarios nos sentimos luchadores cansados. A borbotones hemos san-grado y llorado por algo, aprendiendo a defender ello por lo que hemos creído y entregada media alma cuerpo después de este año de desgracia sobreve-nida No es susto sino la misma vida la que se abre tras la puerta que da a la vereda de atrás. Un sitio donde finalmente se cruzan los caminos que no divergen, sino que cierran puertas, abren ventanas y comienza una nueva canción. Cojamos la vereda, miremos hacia atrás y aprendamos de los errores cometi-dos, pues la pedregosa senda que seguimos ya la hemos pateado y su nombre es pandemia.

No caigamos en los mismos errores.

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