El viaje

El bueno de Gaudí, otra vez atropellado por el tranvía,y apartado como un mendigo en la calle

Subiendo hacia Barcelona todo se complica en Alicante. Colas y atascos en autopistas de tres carriles, miles de coches que nadie sabe de donde han salido, todo el mundo que no va a ninguna parte se amontona en las vías de grandes recorridos. Las áreas restaurante con puente sobre la autopista dejan todo que desear, caras, atiborradas, artificiales, con sus servicios infectos sobre los que entran y salen todos sin parar. Más atascos, Castellón, incendios, humo, desvíos. Algo electrónico nos lleva hacia Oropesa del Mar, como sacándonos del desastre. Y podemos comer tranquilos cerca del mar. Tras una carretera perdida, Mazinger Z nos espera, solos en el parque, los nostálgicos , pocos, llegan. Ya en Barcelona, tras las huellas de Gaudí vemos lo ínfimo, lo desconocido, la cantera de lo sublime. Todo pasa, solo las piedras permanecen. En el desayuno, un señor mayor de largo pelo y barba blanca se parece a Eusebi Güell y lee el periódico, otro sin periódico, desayuna con vino. Gracia. En la Colonia Güell somos los turistas residuales, culturales, tristes. En las atracciones más demandadas del parque temático Gaudí hay miles, tropezándose unos con otros. El parque temático empieza en el Parque Güell. Al día siguiente todo se repite, en el mismo bar, de siempre. Para desayunar nos ponen de aperitivo aceitunas, con el café con leche. Y efectivamente, un domingo el Parque Güell es el horror temático. Lo que antaño era un agradable parque familiar, ahora es la marabunta. La casa Batlló es aún peor, con verbena de bombillas y ambigú primario en la terraza, fotografías de pago en los balcones, y proyecciones psicodélicas en los bajos. Y ya sólo nos queda la Casa Milá y la Sagrada Familia. En la Casa Milá, también monetariamente preparada, la audioguía nos muestra el insulso interior, un piso de muestra reproducido, y alucina con la terraza, con ruidos y estrambotes acústicos incorporados. Y por fin, lo peor de todo, La Sagrada Familia. Con control de seguridad como el de los aeropuertos (cinturón y reloj incluido), tú pensabas que en el Parque Güell había mucha gente. Ya verás ahora. Y es lunes. El bueno de Gaudí, otra vez atropellado por el tranvía, y apartado como un mendigo en la calle. Échese a un lado, señor Gaudí, que todavía estamos amortizando su costosísima, sublime arquitectura. Ahora empiezan a salir las cuentas y usted, desde el cielo, no moleste, por favor.

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