Medio siglo
Equipo Alfredo
Público y privado: el cuarto oxímoron
Aunque no resulte fácil, vivir es convivir. Acierta el fotógrafo al capturar la imagen, pues, si bien no se necesita siempre buscarlas, sino que se dejan ver, en el atractivo de las imágenes cuenta tanto lo que muestran, las luces, como lo que sugieren o representan, las razones. Y el acierto está en la doble naturaleza de la convivencia vital. La ropa tendida -metáfora, por otra parte, de evitar determinadas conversaciones delante de niños- en la ventana acaso sea una manifestación de la convivencia rozada en la cercanía del estar presentes. Y los copiosos cables sostenidos en la fachada llevan a inferir esa otra convivencia virtual que pudiera parecer poco genuina, mas es una forma cada vez más extendida, con sus peculiaridades y efectos. Por esto mismo, convivir no requiere, necesariamente, cohabitar, de modo que se habite junto a otra u otras personas. Y se convive, además, coexistiendo, por más que existir a la vez que otros parezca escasa razón de la convivencia. De ahí que se haga una precisión oportuna, a fin de que convivir resulte de coexistir en armonía. Y esta buena correspondencia entre las “personas humanas” -tautológica redundancia jocosa- cada vez resulta menos natural en su expresión y queda maltrecha porque se hace más artificioso el convivir. De resultas, importa no poco, sin idealismos ni sesgos, la educación para la convivencia.
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