Somos como votamos

Tanto si te reconoces con una ideología como si reniegas de ella te acabas situando en un grupo

La resaca electoral aún colea un poco, como esos vinos malos que te dejan dolor de cabeza durante un par de días. Sin pretender entrar en el lodazal político traigo hoy una reflexión que, como siempre, pretende aumentar la autocrítica y mejorar el conocimiento que tenemos sobre nosotros mismos. La política resulta, para todo el mundo, una suerte de identidad social. Tanto si te reconoces masivamente con una ideología como si abjuras de cualquiera de ellas te acabas colocando en un determinado grupo. Y esta elección tiene que ver, por supuesto, con tu manera de ver y entender el mundo. Votamos como somos.

Simplificando un poco hoy vamos a categorizar los diferentes tipos de votos. En primer lugar están aquellos que votan siempre a sus colores. Independientemente de cómo vaya el tanteo de condenados por malversación o de las barbaridades que rebuznen los suyos, estos serán siempre los mejores. El espíritu de sana crítica aquí está flojillo, es evidente. Por el contrario tienen de bueno que son inasequibles al desaliento, desencantarlos es difícil. En el otro extremo tenemos a los que votan en función del programa electoral. Este perfil de ciudadano tiene la razón, no el corazón, por bandera y suelen resultar críticos con sus actos y los de los demás. La parte negativa es que están indefectiblemente avocados a la decepción salvo que coloquen el listón tan bajo que se conformen con el que menos mienta. A medio camino entre unos y otros están los que votan a los suyos pero “tapándose la nariz”.

Por otro lado están los que eligen los votos imposibles. Algunos votan esperanzados listas de nuevo cuño o más antiguas pero poco conocidas en la creencia de que saldrán y lo harán como nadie. La fe multiplica los panes pero no los escaños, me temo. Otros votan a esos mismos “imposibles” pero a modo de denuncia social. No quieren dejar de votar pero le entregan su voto a un proyecto que saben inviable.

Y finalmente tenemos los que no votan. Unos por cabreo, otros por desencanto y los más por pasotismo. Este grupo está vacunado contra la defraudación pero infectados de desengaño.

Concluyo con una frase de Groucho: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un falso diagnóstico y aplicar después los remedios equivocados.” Si a esta sentencia del mayor de los Marx le sustituimos la palabra “política” por “vida” comprobaremos, también, que somos como votamos.

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