Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la UAL

Bergamín y el arte de torear

El sol de la madrugada vuelve a brillar como en los poemas de Tagore y en una plaza de toros: el escenario narratológico de los tres tercios

Bergamín y el arte de torear Bergamín y el arte de torear

Bergamín y el arte de torear / D.A.

El ilustre (e ilustrado) José Benjamín sentenciaba, con polifonía, tan culta como intelectual, que el toreo es arte: sobre todo, mûsica (callada), ya que nace del alma y del corazón: sentimiento, mas también, pensamiento.

Con agudeza y sensibilidad, argüía que, si Joselito el Gallo era Mozart, Juan Belmonte era Beethoven. Sinfonia del silencio que habla con las sílabas inspiradas de unas verónicas, para la eternidad, r,ematadas con una media, que vivifica el tiempo proustiano de la existencia, con la claridad de Pepe Luis Vázquez y el cante jondo de Gitanillo de Triana. ¡Paran los relojes y suena la partitura de un natural, citando de frente, con la verdad de la armonía y del temple! ¿No es, así, el toreo la mirada infinita de Ava Gardner, hasta convertir en metáfora inefable la muleta de Ordóñez: Goya y Picasso, en la soledad del prodigio orteguiano?

¿No es, al, fin, el toreo de Rafael de Paula música juanramoniana, original de José Bergamín, y sinestesia hermosa y espiritual? Recordemos que el escritor, preterido y marginado por la España oficial, definió un concepto, tan metafísico, con la luminosidad de Alberti y la sinceridad expresiva de quien convierte la concisión en métrica: "El toreo es desengañar al toro, no engañarlo. Burlarlo, no burlarse de él". Tauromaquia y lliteratura, como si fueran los sonetos de amor de Francisco de Quevedo y la prosa de Ramón Gómez de la Serna: esculpidos y esculpida, con letra de la imprenta de Ibarra. Metáfora y greguería, viendo torear, con la filosofía borgeana de un entendimiento sobrenatural, a Joselito el Gallo: capote, muleta y espada.

El sol de la madrugada vuelve a brillar como en los poemas de Tagore y en una plaza de toros: el escenario narratológico de los tres tercios.

Música (callada): Mozart, Beethoven y Mahler. Y Bergamín, tocando el piano de Chopin, con el verso garcilasiano, que permanece. Para explicar por qué la inspiración de Joselito y Belmonte es lira o laúd, acordeón o saxo. Ahora, la sintaxis de los instantes y la semántica del recuerdo evocan, con los endecasílabos de un soneto gongorino, la corrida del siglo. Toros de Victorino Martín para Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis P.alomar. Una tarde, en la que el toreo fue, otra vez, sentimiento, música bethoveana y hermenéutica del entendimiento.

El uno de junio, de este dos mil veintidós, se cumplirán cuarenta años de una corrida, en la cual el público cinceló, con emotiva dicción, una oración exclamativa: "¡Esto es la fiesta!".Un estudioso del lenguaje hubiera hecho un análisis de la entonación de las ovaciones y de los ¡olés! Un gran novelista hubiese definido la narratología, de otra manera, al oír el diiálogo entre los toros de Victorino y la lidia de Ruiz Miguel, la intelectualidad de Luis Francisco Esplá y la valentía de José Luis Palomar. Por ello mismo, suena, de nuevo, la música (callada) de Bergamín: ¡silencio, que ha conenzado la faena de Esplá al quinto! Caligrafían el ruedo tropos de Machado, Lorca y Gerardo Diego. El monólogo interior de Joyce, con Delibes y Martín Santos, en la memoria, es la emoción que el narrador idealiza. Las metáforas vuelan como palomas torcaces y vuelve la música (callada). Como sílabas albertianas, al salir por la puerta grande de la catedral del toreo, los tres diestros y el ganadero. Resucitan las bulerías de Camarón y una guitarra flamenca se hace rima becqueriana. Joaquín Vidal nos recordaba que había que volver a los clásicos .La corrida había terminado. Y, en el éxtasis de las horas, también soñamos con los naturales belmontinos de Morante y los amanoletados de José Tomás, marcando los tres tiempos, para citar, parar, templar y mandar. Pero el toreo al natural es también Antonio Bienvenida. Y Julio Robles. Citando, desde lejos, con la muleta plegada en la mano izquierda y el estoque, sujeto con la mano derecha. Juntos los pies. Para conducir la embestida hasta el hombro contrario. Torneados en rueda,/ tres naturales. / Y una hélice de seda/ con arrabales.

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