Tribuna

jOSÉ mARÍA mARTÍNEZ DE hARO

Escritor y periodista

CRONICA INDEPENDIENTE

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CRONICA INDEPENDIENTE

Habré de comenzar diciendo que no me anima algún sentimiento hacia los Windsor que so sea la indiferencia. Y añadir que no me cautiva la llamada prensa del corazón. Ni la crónica rosa, ni nada que se acerque al sentimentalismo o la curiosidad "tricoteuse" ,(busquen la palabra referida a la Revolución francesa) Con motivo del fallecimiento de Isabel II de Inglaterra las cadenas de televisión españolas han seguido con desbordado interés los acontecimientos que han conmocionado al Reino Unido. Las ceremonias y protocolos para tan solemne momento distinguen a ese país aferrado a sus tradiciones cuyo mayor símbolo es la monarquía. Sus motivos tendrán los ciudadanos británicos para tal devoción. He de decir que me ha causado asombro el índice de audiencia y seguimiento entre los españoles a estos actos funerarios, cortejo y proclamación de la sucesión de la Corona británica. Me imagino millones de espectadores compungidos ante las pantallas de televisión. Efectivamente, las noticias y crónicas de enviados especiales se han sucedido mañana, tarde y noche. Y periodistas, tertulianos y los llamados influencers y blogueros han tenido ocasión excepcional de excitar emociones resaltando el final de una época con la efusividad que si estuvieran viviéndolo en Cambridge o Norfolk. El duelo de la familia Windsor parece ser nuestro duelo nacional a tenor de los días, horas y horas de seguimiento informativo.

Es sabido que los hispanos somos en exceso sentimentales y efusivos. El interés mostrado en España hacia los actos funerarios de un país que mantiene en el siglo XXI una colonia en la península Ibérica resulta cuando menos insólito y acaso podría entenderse como curiosidad para cubrir la ausencia de otras curiosidades. A tenor del espacio que suele ocupar la televisión pública BBC, y las cadenas privadas de T.V británicas hacia España, cabría imaginar que hubieran ocupado, tal vez, diez o quince minutos a las pompas fúnebres de algún monarca español fallecido. La realidad señala que nuestro devenir como nación no ha interesado en exceso a un carácter flemático y a veces un tanto altivo que caracteriza a los naturales de. U.K. y esto no es una alusión en absoluto despectiva, sino descriptiva de una situación sostenida durante muchísimos años con las excepciones que caben entre otros los varios millones de británicos que disfrutan de nuestra hospitalidad en el litoral español y se identifican felizmente con nuestro modo de vida y nuestras costumbres Creo conocer bien o muy bien el carácter de los británicos, por asidua convivencia, sincera amistad y familiaridad. Por haber viajado y residido algunas temporadas en Inglaterra, algunos de mis nietos nacieron y crecieron en Londres. Admiro su cultura, su noción de la democracia, la política y el sentido de Nación que empapa toda la literatura, la historia, las artes, la educación y civismo de sus gentes. He leído con sumo interés parte de su historia y me asombra el hecho que desde una isla no muy grande se pudo fraguar un Imperio que en tiempos llegó a gobernar uno de cada cuatro habitante del planeta. Ocurre sin embargo que los británicos, en su mayoría, mantienen todavía un cierto carácter de Imperio a sabiendas que aquel Imperio ya no existe. La Corona para una inmensa mayoría de ellos, como señalan las encuetas, es el lazo de unión con ese pasado grandioso. Como digo este es mi punto de vista. Nada de ello, siendo importante y respetable me acerca a la simpatía por la Corona británica, así que con la mayor consideración por el luto nacional que conmueve a tantos amigos míos y que comparto por razones obvias, no cabe aquí algún comentario hagiográfico hacia quien fuera la más longeva de sus reinas. Insisto que no logró entender la reiterativa noticia que durante varios días nos han situado en el corazón del drama familiar de los Windsor. Como sutil explicación pudiera ser que en España haya millones de monárquicos agazapados y cabizbajos ante la marea dominante de carácter republicano que presenta nuestras dos desgraciadas Repúblicas como experiencias de sublime recuerdo cuando en realidad fueron dos fracasos de consecuencias dramáticas para los españoles. Para disgusto de Enrique de Santiago, Alberto Garzón, Irene Belarra, otros estalinistas y algunos Ministros del Gobierno, no parece tan próxima la III República española como pretenden de hacer creer. Es muy posible que bajo es capa de indiferencia haya un sentimiento arraigado a la monarquía como" forma de Estado aunque esta haya sido gravemente dañada por la actitud de Juan Carlos I, hoy en exilio" voluntario" por indicación forzosa del Gobierno y la cabeza inclinada y cobarde de su hijo el Rey de España. "Todo por la Corona" es la frase más cínica que he escuchado a lo largo de mi dilatada vida. La palabra "todo" resulta comprometedora .¿ Ese rotundo "todo" tiene en estos casos algún limite?. Por ejemplo la honorabilidad, el amor a la familia, la felicidad de padres, hijos, hermanos y esposos/as? . ¿Merece la pena servir fuera de todo límite a un concepto abstracto como es la Corona que no fuera la ambición o la vanidad por el poder? Son simples preguntas de alguien que no comparte admiración por la Corona, tal vez por haber leído demasiada Historia, tal vez por observar con mucha atención los pequeños detalles de la naturaleza humana. Los humanos formamos un patrón de conducta que nos caracteriza como lo que somos. Los sentimientos, si es que se tienen, albergan una serie de inamovibles líneas que no pueden traspasarse ni condicionarlos a ningún otro objetivo. Escribía Jorge Bustos a este propósito en el diario el Mundo sobre la ejecutoria de Isabel II;" De ahí la monumental paradoja de efusividad para despedir a quien hizo del asesinato de las emociones una de las bellas artes". Una descripción bien acuñada para el caso. Vivir sin emociones, con cara de moneda de bronce acuñada en vida, soportando distanciamiento de los seres más queridos con impasividad marmórea, no está al alcance de cualquiera. Claro que algo habrá de tener la Corona cuando hemos leído biografías de reyes y reinas y según la serie de T.V más difundida de las historias noveladas "Juego de Tronos", tratar de entender las pasiones que anidan en torno a un poder que emana de un dios y no puede ser comprendido ni juzgado por el común de los mortales, aleja de alguna admiración por la Corona. Es muy posible que este artículo no guste al conjunto de mis lectores, pido disculpas por el realismo y las menciones personales a mis propias opiniones. Pero son estas y a mi edad y circunstancias no es momento de engrosar el coro de lamentos al que no me siento llamado por ninguna razón. No es una crónica rosa, es una simple opinión a contracorriente de la incansable efusividad que muestra la actualidad informativa en España. Es lo propio de esta profesión, a veces aplaudida, otras veces incómoda. Y de expresar sin complejos la libertad de pensamiento y opinión, aunque solo encaje con una exigua minoría. ¡! La Reina ha muerto, Dios salve al Rey ¡!

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