Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Desfile o parada

Entre los desfiles terrestres más espectaculares: el chino; entre los mas hilarantes: el de Corea del Norte

Desfile o parada Desfile o parada

Desfile o parada

Este año habrá Semana Santa por más que se empeñen algunos en lo contrario. Así será porque está decidido por la Máxima Autoridad desde hace siglos. Hacia adentro, la cuestión está clara, otra cosa es cómo se vivirá de puertas afuera.

Me permitirán la licencia de que, sin perder de vista a quienes lo saben todo sobre la liturgia, busque en el protocolo militar una forma de compaginar el derecho a manifestar públicamente la fe que se profesa con el deber de proteger la salud de todos. La cuestión es esa, por más que se utilice la emergencia sanitaria para recortar un derecho universal reconocido por la Constitución española y, de soslayo, imponer una particular visión de la libertad religiosa cargada de ideología política.

En los actos militares hay dos formas de honrar a una autoridad y de mostrar las capacidades de las Fuerzas Armadas: el desfile y la parada. La finalidad es la misma honrar al que preside el acto y hacer una demostración de fuerza para que, como reza el himno del Arma de Infantería, teman quienes osen deshonrar o atacar a España. La diferencia estriba cómo se lleva acabo. Mientras que en el desfile la fuerza militar pasa frente a la autoridad, en la parada es la autoridad la que pasa revista a la fuerza estacionada.

Si se echa un vistazo a lo que circula por la red, se pueden ver muchos desfiles. Unos con una parafernalia que, por su realismo, dan miedo y otros que, por su prosopopeya, dan risa. Entre los desfiles terrestres más espectaculares: el chino; entre los mas hilarantes: el de Corea del Norte; y entre los más rigurosos: el ruso. Paradas hay menos en la red de redes. Casi todas forman parte del pasado. Se ve que dejaron de estar de moda o adquirieron un tono despreciable por los protagonistas que las presidieron.

Los desfiles y paradas navales son menos. En los dos casos adquieren la denominación de revista naval, porque el movimiento es parejo, ya sea el buque insignia el que vea desfilar a los demás buques por su costado o sea la capitana la que pasa entre los buques fondeados. En los aéreos, ni hablar de paradas, todos son desfiles, que los aviones tienen la fea costumbre de responder muy mal a las paradas. Como en la milicia, los desfiles procesionales tienen una doble finalidad: hacer penitencia y manifestar públicamente la fe. Alrededor de esas dos cosas se puede añadir lo que se quiera: cultura, turismo,… y hasta folklore. Así que, si se atiende a la finalidad, se respetan las normas que la situación sanitaria impone y el sentido común recomienda, cabría la opción de convertir este año los desfiles procesionales en estaciones de penitencia a pie quieto. En lugar de llevar las imágenes por las calles para que los devotos pudieran venerarlas a su paso, se podrían exponer en los atrios de las iglesias con una guardia permanente de hermanos cofrades. Así serían los fervorosos quienes se acercarse a ellas para mostrar su devoción. La cosa, a simple vista, podría ser sencilla de organizar. Poco movimiento requerirían las imágenes y, todo lo más, haría falta diseñar una escaleta de relevos de hermanos cofrades y mantener las normas sanitarias: distancia social y mascarilla. Sin embargo, se me antoja algo más complicada en estos tiempos. Las faltas de respeto hacia la fe cristiana y el incívico comportamiento de algunas minorías podrían provocar que la semana en lugar de santa fuese ¿trágica? Lo dicho, la cuestión sería encontrar un equilibrio entre el derecho a manifestar públicamente la fe y el deber de obedecer lo oficialmente mandado.

Se cuenta como chascarrillo que en una discusión entre padre e hijo sobre el asumido derecho de uno a marcar la hora en que debía llegar a casa el otro, el progenitor reclamaba a su hijo el deber volver a casa antes de las once de la noche, a lo que el menor le contestó que tenía el arrogado derecho de llegar a la hora que le diese la gana. Para zanjar la cuestión y salvar la autoridad paterna, el patriarca le respondió que ¡muy bien!, ¡pero ni un minuto más tarde!

Tal vez este año, sin perder de vista la seriedad de las cosas, se podría buscar un "ten-con-ten", un equilibrio entre autoridades gubernamentales con los ciudadanos y eclesiásticas con las Hermandades para que se pueda vivir la Semana Santa hacia dentro y hacia fuera, porque como dije, haberla la habrá.

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