Tribuna

José María Martínez de Haro

Escritor y periodista

España al límite

España al límite España al límite

España al límite

Un silencio fúnebre cubre los cielos de España. Los albores de la primavera señalan el curso de la naturaleza, las rosas y los geranios adornan como contraste balcones de un país azotado por la pandemia. Las cifras de fallecidos por el coronavirus estremece el alma. La desolación de decenas de miles de familias rotas de dolor sin poder acompañar a sus seres queridos. Una angustia inmensa se clava en el alma al no poder despedir a los nuestros, ni saber donde reposa el cadáver, ni tener la certeza de sus restos incinerados. La angustia de un familiar o amigo que muere asfixiado por carecer de respirador, o por haber sido excluido del derecho a vivir dado que rebasa la edad.

Esta es la crónica de estos meses malditos, una crónica que tiene como protagonista los más de 16.000 españoles víctimas de ese virus que "era menos que una gripe" según el Dr.? Fernando Simón. Ese virus que según una conocida propagandista y presentadora de Antena 3 TV "no habría de ser motivo para no asistir a la manifestación del 8 de marzo". Quedará señalada como nefasta aquella manifestación, quienes la autorizaron y quienes ahora no piden perdón ante esos 16.000 ataúdes. Y estos que desde la televisión hacen humor en el macabro escenario de la muerte. Os perseguirán a todos y cada uno la memoria de esos españoles fallecidos víctimas entre otras circunstancias por la negligencia, la imprudencia, la incapacidad, el sectarismo y la propaganda. Por eso ya se ve el miedo en los ojos, en las mentiras como escudo ante el previsible futuro que aguarda. La campaña de ahora es justificar o negar todo lo que se ha hecho mal o sencillamente no se ha hecho, la ausencia de esos ataúdes en las cámaras de televisión para no albergarlos en la conciencia de una tragedia nacional. Y en esta anestesia social de manipulación y ocultación de la realidad "os va la vida" en repetida y letal frase alentadora de esa Vicepresidenta del Gobierno contagiada e ingresada en un hospital privado de lujo y ahora silente y oculta para cubrir su miedo al panorama que hoy lamentan millares de familias españolas entre el dolor y el luto. Serán jornadas grabadas para la historia venidera y poder señalar a quienes colaboran activamente en la manipulación de la opinión públoica alentados por el fanatismo ideológico o la avaricia. Entre muchos otros esta activista goebbelsiana Administradora Única de la Televisión pública llamada Rosa María Mateo, y la colaboración eficaz de los grupos Mediaset y Atresmedia con el refuerzo impetuoso de Mediapro, todos regados y recompensados con dinero público.

Se ha de notar mi estado de ánimo, y así ha de ser. Soy de un pueblo de Andalucía donde nos mostraron el significado del dolor, compartir el sufrimiento, la amistad, el valor de la vida y la muerte. Jamás nadie entre nosotros ha conocido una tragedia como la que nos afecta a los españoles de este siglo. Es la muerte que acecha cada ciudad, cada pueblo, cada calle, cada esquina, cada casa. Es una procesión de ataúdes que se amontonan sobre pistas de hielo. Los hospitales donde día y noche luchan contra la muerte esos héroes de la sanidad que carecen de medios de protección. Y en esta semana me están llegando las noticias más tristes del fallecimiento de compañeros de facultad, de compañeros de trabajo, de amigos y de hijos de amigos. No tengo palabras que puedan expresar el hondo pesar y la impotencia mas desoladora. Esta tragedia supera todo lo conocido.

Tras un mes de confinamiento de los españoles y varios meses de dudas e imprudencias, el Presidente del Gobierno debiera saber que esta gigantesca crisis no se podrá solucionar con astucia política ni estrategias de marketing. Y seguramente ya sabe que su crédito político ha descendido muchos puntos. Es momento excepcional para gestores de talla excepcional y ni uno solo de sus Ministros llega a ese nivel. Frente a este virus asesino no caben las ideologías ni las siglas partidistas. Solo cabe alguna esperanza en un gobierno de gestores y expertos excepcionales experimentados y valientes que no miren de reojo las urnas. A estas alturas queda muy claro por la realidad conocida que este Gobierno no es la mejor opción para un país que ofrece con cifras aterradoras el liderazgo mundial de contagiados y fallecidos. La democracia tiene sus reglas y también sus excepciones como lo muestra el largo confinamiento de la población y la paralización de la economía y otras medidas propias de un estado de excepción. Y con buena voluntad sería posible la formación de un Gobierno presidido por el PSOE con personas de reconocido prestigio como medida provisional para salir de este infierno. Después, tras la tormenta, elecciones libres que puedan expresar el sentir de los ciudadanos. Porque la democracia no se desmorona si hay voluntad política de seguir esta senda. Sería un gesto de grandeza política reconocer que la confianza de la sociedad es necesaria en esta situación límite. En ese sentido me alentó la sensación de que algo podría encauzarse en el ámbito político. La noticia de un posible acuerdo del gobierno y los partidos mayoritarios en la oposición me resultó esperanzadora para gestionar con eficacia el largo camino que queda por recorrer en esta pandemia sanitaria, económica y social que ya nos afecta de manera alarmante. Falsa esperanza. He seguido el Pleno del Congreso y he escuchado el debate. No hay ningún espacio para la humildad, la responsabilidad y el sentido de Estado en estos gobernantes, por el contrario el Presidente del Gobierno muestra una arrogancia que habrán de estudiar los expertos en la mente humana. Pero añade Pedro Sánchez un punto de chulería al dirigirse al principal partido de la oposición, una mirada retadora, una mandíbula de escualo y un discurso agresivo que no deja margen alguno para el entendimiento. La portavoz parlamentaria de su grupo intervino para rociar con dos cubos de gasolina "la invitación al diálogo". La juventud de Pablo Casado o la mesura de sus palabras no dieron la debida réplica a esos gobernantes que dicen no encontrar motivo alguno para pedir perdón por sus errores Se hace difícil el pacto con los que pretenden ahora gobernar en régimen de excepción ejerciendo un poder sin control alguno y señalando a quienes sostienen criterios distintos. La privación de libertad es algo asumido por la sociedad española atrapada en el miedo y el dolor. Como ya hemos leído, los miembros comunistas dentro del Gobierno tan oportunistas siempre, aprovechan la situación excepcional para tratar de liquidar el sistema de libertades constitucionales que nos dimos los españoles en 1978. Es el guión de los profesionales de la agitación que predican un sistema totalitario protagonista del mayor horror de la Historia y que hoy amenaza con hacerse realidad en España. Cabe imaginar que todo esto preocupe al Presidente del Gobierno, pero una muestra de humildad sería bien recibida. La intención de los gobernantes decentes es acertar en sus decisiones y también pedir perdón con las imprudencias y errores.

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