Tribuna

Javier Soriano

Coronel de Infantería DEM en reserva

En Lepanto la victoria

En Lepanto la victoria En Lepanto la victoria

En Lepanto la victoria

El himno de nuestra Armada fue compuesto en 1940 por el poeta y académico Don José María Pemán y el músico Germán Álvarez Beigbeder, y en una de sus estrofas se dice: "…Hay que morir o triunfar,/ que nos enseña la Historia / en Lepanto la Victoria / y la muerte en Trafalgar…". Las derrotas (muerte) ya nos las recuerdan nuestros enemigos, los de la "leyenda negra". Pero de las victorias nos hemos olvidado, y más si estas son sobre el Islam, en defensa de nuestras raíces cristianas, como es el caso de la gran victoria sobre el Imperio Otomano en Lepanto, de la que se cumple este año el 450 aniversario.

Lepanto es una localidad griega en la costa norte del estrecho que separa los golfos de Patras y de Corinto, y que en la actualidad se llama Naupacto. En la entrada del golfo de Patras, en las inmediaciones de Lepanto, el 7 de octubre de 1571 una escuadra de 204 galeras cristianas y unos 90.000 efectivos, se enfrentó a otra turca de 205 galeras y un número similar de efectivos. Venció la escuadra cristiana, aun sufriendo la pérdida de 15 galeras, 7.650 muertos y 7.784 heridos. Por parte turca, también 15 galeras perdidas y otras 160 capturadas, unos 30.000 muertos y unos 8.000 prisioneros. Fueron liberados asimismo unos 12.000 galeotes cristianos.

Esta batalla fue consecuencia de la necesidad de frenar la penetración turca hacia el mediterráneo occidental y vencer al terror que estos generaron en nuestra población, motivado por las diversas acciones de los piratas berberiscos y los propios turcos en nuestras costas de levante, que se realizaban con tal impunidad que presagiaban una nueva invasión musulmana de la península. Este terror y sus consecuencias fue expresado en las Cortes de Toledo de 1558, en las que se dijo que "las tierras marítimas se hallaban incultas y bravas y por labrar y cultivar, porque a cuatro y cinco leguas del agua no osan las gentes estar, y así se han perdido y pierden las heredades que solían labrarse en las dichas tierras y todo el pasto y aprovechamiento de las tierras marítimas, y es grandísima ignominia para estos reinos que una frontera sola como Argel pueda hacer y haga tan gran daño y ofensa a toda España". Un peligro acrecentado por la existencia de grupos considerables de moriscos en el antiguo Reino de Granada, donde eran mayoría, y en tierras de la Corona de Aragón, con el temor de que se convirtieran en aliados de los turcos y colaborasen con ellos desde el interior de la península. La sublevación de los moriscos en 1568 y su derrota en 1571, acabó con este temor, pero el peligro turco continuó con periódicas incursiones en nuestra costa mediterránea.

Ante este peligro, nuestro Reino, Venecia y los Estados Pontificios formaron una alianza (la Liga Santa) para enfrentarse a la armada turca, al mando de don Juan de Austria, puesto que nuestro Reino fue el mayor contribuyente en esta alianza. Tras concentrarse en Mesina, la armada cristiana zarpó hacia aguas griegas a mediados de septiembre de 1571, para atacar a la turca en el golfo de Patras.

La explotación del éxito de esta victoria cristiana fue desaprovechada debido a las desavenencias de los aliados y, en especial, al interés de los venecianos en mantener con los turcos sus actividades mercantiles. Por ello, esta victoria no

consiguió resolver definitivamente la amenaza turca del mediterráneo, tal como se puso muy pronto de manifiesto al ocupar los otomanos Túnez, consiguiendo con ello una cabeza de puente clave en el norte de África. Es cierto, sin embargo, que el enorme poder expansivo del Islam fue detenido en Lepanto y que la terrible amenaza otomana sobre el mediterráneo occidental se fue desvaneciendo después de esta victoria.

Es evidente que de los tres objetivos fundamentales de la política internacional de nuestro Rey Felipe II, la lucha contra el protestantismo en Europa, la reducción del poder de la monarquía francesa en occidente y la contención del peligro turco en el mediterráneo, la victoria en Lepanto fue esencial en el logro de este último objetivo.

Tuvimos que llegar a Lepanto porque los europeos nos dedicamos a destruirnos entre sí en los campos de batalla continentales y no fuimos capaces de impedir que el imperio turco se consolidara y se convirtiera en una grave amenaza. 450 años después, los europeos ya no luchamos físicamente entre sí, pero las desavenencias políticas nos debilitan cada vez más frente a las emergentes potencias.

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