La tribuna

Rafael Lázaro Pérez

San Indalecio, historia y leyenda

San Indalecio, historia y leyenda
San Indalecio, historia y leyenda

11 de mayo 2022 - 01:45

Hoy, día 15 celebramos en Almería y especialmente en el municipio de Pechina la fiesta de S. Indalecio, patrón de la Diócesis y provincia de Almería, un patronazgo lamentablemente venido a menos en la conciencia de los almerienses. En el presente artículo, abordo brevemente sin prejuicios, qué hay de verdad y qué de leyenda en esta antigua tradición, sin ánimo de herir sensibilidades ni de quienes frívolamente muestran un sentimiento hostil, ni de quienes bienintencionadamente huyen de un análisis rigoroso de los hechos.

Actualmente no hay un sólo historiador responsable que asuma la figura de S. Indalecio como primer obispo de la sede de Urci ni de la existencia de los "Varones Apostólicos". He dicho bien: primer obispo de la sede de Urci y uno de los "Varones Apostólicos". No se trata pues de una realidad científica demostrable, pero sí de una realidad histórico-cultural. Ya hace tiempo que destacados historiadores laicos y eclesiásticos han desechado tal probabilidad basándose en evidentes contradicciones históricas y muy principalmente en el análisis crítico de los documentos que sustentaban tal supuesto. En un estudio bastante avanzado podré dar plena explicación de ello, pero como afirmo más arriba, esta es una realidad histórico cultural que merece todo nuestro respeto y reconocimiento. Veamos los hitos más importantes de la tradición literaria.

Una vía documental sobre los Varones Apostólicos, se encuentra en la Traslatio S. Iacobi in Hispania, poema escrito en hexámetros leoninos que se conserva en un manuscrito vienés del s. XII que, resumidamente, narra cómo los discípulos que trasladaron el cuerpo de Santiago a España eran siete y que al llegar a Galicia solicitaron de una mujer llamada Luparia un edificio con el fin de depositar allí las sagradas reliquias del Apóstol, cómo fueron perseguidos por mandato del rey del lugar, viéndose obligados a refugiarse en una cripta que al llegar sus perseguidores se derrumbó sobre ellos, y cómo a continuación, Luparia se convierte, manda destruir los ídolos que ocupaban el edificio y después de purificar el lugar, instala allí el cuerpo de Santiago. Tres de los discípulos permanecieron en Santiago, entre los que se encontraba Torcuato, el discípulo que en otra tradición que veremos a continuación figura como obispo de Acci (Guadix).

Bastante anterior a la Traslatio S. Iacobi es el Pasionario Hispano, un documento de mucha mayor solvencia histórica que el anterior, que se conserva en un manuscrito procedente del monasterio de Cardeña, pero que hoy, como tantas otras joyas literarias, y como consecuencia de las rapiñas de las desamortizaciones del s. XIX se conserva en el British Museum. Este texto, formado ya en el S. VII, narraba las vidas de numerosos mártires, objeto de culto de las comunidades cristianas desde los primeros tiempos del cristianismo. El Pasionario, incrementado en el trascurso de los siglos, incluye en el s. VIII/ IX otros cultos, no exclusivamente de mártires, entre los que se cuenta el culto a S. Torcuato y compañeros, un culto no atestiguado en el martirologio de Beda de principios del s. VIII, pero sí en el de Lyon, también conocido como martirologio de Floro, del s. IX que se inspira en El Pasionario y trasmite lo esencial de lo ya visto en la narración de la Traslatio, cambiando solamente el escenario de los hechos, ahora Acci, y añadiendo algunos detalles como la ordenación de los Varones en Roma por los Apóstoles o la distribución de estos por la geografía del sur de Hispania. En las dos narraciones interviene una mujer con el nombre de Luparia, y en las dos se produce un milagro que salva a los Varones de una persecución.

Es evidente que la Traslatio S. Iacobi in Hispania se inspira en la información del Pasionario Hispánico y martirologios posteriores, introduciendo ligeras variaciones, como acabamos de ver, y sin la fundamental referencia de las ciudades a las que se dirigieron los siete, excepción hecha de Torcuato al que fija en Santiago de Compostela.

Fuentes literarias posteriores, y siempre tomando como referencia el Pasionario Hispanico y los subsiguientes martirologios de Adón y Usuardo de finales del s. IX inspirados en el de Floro, son ya de carácter muy secundario y tardías, fruto de reelaboraciones fabulosas. Me refiero a la obra del inexistente Ebretno y de sus seguidores, Briz Martínez, Orbaneja o Tamayo y Salazar, escritas a partir del s. XVI.

Ahora debemos de preguntarnos ¿Cómo se fraguó una leyenda que tan hondas raíces desarrolló en el oficio litúrgico y que tan amplia expansión alcanzó en diversos lugares del universo cristiano, incluyendo aquí a la misma Roma, como reconoce el himno latino "Urbis Romuleae iam toga candida" que se cantaba el día primero de mayo, fecha de la primitiva celebración?

La existencia de un culto a ciertos evangelizadores a quienes en un momento determinado, hacia el s. VIII, se les proporcionó una "identidad" propia, podría basarse en el deseo de establecer una estrecha relación entre Roma, que los envía, y la Hispania Romana que, según la llamada "donación constantiniana", había pasado a pertenecer al papado.

Los mismos nombres atribuidos a los Varones Apostólicos, salvo dos de ellos, parecen haber sido inventados a propósito junto con una serie de "adornos" legendarios que se deben en gran parte a la influencia del reconocido falsario Tamayo y Salazar en su Martirologium Hispanorum, tan fielmente seguido por nuestro deán Orbaneja y por tantos otros de una manera absolutamente acrítica, y tan duramente censurado por el sabio arzobispo de Tarragona Nicolas Antonio. En cualquier caso, solo una profunda tradición basada en hechos reconocibles de una temprana evangelización, podía dar lugar a una leyenda a la que, con el trascurso de los tiempos, se fueron añadiendo elementos imaginativos que en su conjunto han llegado a degradar parcialmente su verdadero y venerable valor histórico. Un ejemplo significativo es la consideración de S. Indalecio como mártir, siendo así que en toda la tradición literaria primitiva es considerado como confesor.

stats