La calle Artés de Arcos de la Almería moderna es una de las más conocidas de la ciudad; en cuanto al personaje que da nombre a la misma, es bastante desconocido. Una de las versiones que he oído, es que se llama así por los arcos que forman los soportales y en cuanto a Artés le quitan el acento y queda “artes” es decir: arcos hechos con arte. Cuando la inventiva se asocia con la ignorancia, el resultado es un despropósito
José Artés de Arcos nació en Alhama en 1893, en el seno de una familia humilde; su padre regentaba una panadería, en la que él trabajó desde pequeño, ayudando a la familia. Desde muy niño demostró un gran interés por por los libros y sobretodo por los de física y matemáticas. Su juego favorito era construir piezas y objetos diversos con todo tipo de material. Siendo adolescente aún, trabajó en las minas de Lucainena de las Torres, empujando vagonetas de mineral incandescente; trabajo terriblemente duro. Con 18 años ya trabajaba como tornero, primero en Almería y después en Melilla, donde se matriculó en el Instituto Norteamericano, para estudiar la carrera de Ingeniaría Industrial a distancia.
Fue inventor, empresario, trabajador infatigable y siempre preocupado por el bienestar de sus empleados. En algún momento llegó a tener 1500 trabajadores en sus fábricas. A lo largo de su vida registró más de 500 patentes. En 1918 se marchó a Barcelona, donde trabajó como técnico, reparando motores de barco y de automóviles. En 1927 abrió su primer taller de automóviles, pero el trabajo no le impidió nunca seguir estudiando todos los avances de las nuevas tecnologías. La mayor parte de sus fábricas las abrió en Cataluña, dedicadas la mayoría de ellas a fabricar componentes de coches. Pronto sus productos se vendieron en toda España y en muchos países de nuestro entorno. Uno de sus inventos más conocido fue la bocina de varios tonos. Esta bocina la instaló en un coche alquilado y recorrió toda España haciendo publicidad de su invento, tocándola en cuanto tenía ocasión de llamar la atención ante el público. Se cuenta que estando en París, al encontrarse atrapado en un atasco automovilístico en los Campos Elíseos, se puso a interpretar con su bocina la Marsellesa.
A mediados de los 50 siendo ya un empresario consolidado y reconocido, su mirada se dirigió hacia el sur y en Martos (Jaén) montó una fábrica de faros de automóviles. En Almería se puede decir que fue el primer empresario que vio el potencial económico de nuestra ciudad y de nuestra provincia por su clima, luminosidad y las inmensas playas vírgenes de nuestra costa. En el Zapillo construyó un complejo turístico hotelero frente al mar junto a la Térmica, que fue inaugurado al final de los 60 y que funcionó hasta mediados de los 70, que lo compró la Seguridad Social para convertirlo en Residencia para la Tercera Edad. En la actualidad en este solar se encuentra el residencial de Nueva Almería. En la Calle Gregorio Marañón lindando con la antigua Estación de Autobuses, levantó una fábrica de componentes de automóviles, filiar de la que tenía en Barcelona, donde fabricaba sus ya famosos faros, parachoques y bocinas; llegaron a trabajar en ella 300 obreros.
Alhama, su pueblo natal la llevó siempre en lo más profundo de su corazón. En aquellos años toda la provincia se estaba quedando despoblada, pues los jóvenes emigraban a Cataluña y a otros lugares del norte y a Alemania. Para evitar en parte esta despoblación, Artés de Arcos levantó en Alhama una fábrica de cajas de seguridad y compró el Balneario, que era propiedad de Falange, que lo usaba como escuela de formación de mandos. El Balneario lo modernizó y levantó un hotel de 4 estrellas. Pero necesitaba agua, que era escasa y los propietarios de la misma no le facilitan las cosas. En total en estos negocios alhameños Artés de Arcos invirtió 80 millones de pesetas, que en aquellos años era una cantidad importante. Sin pensarlo demasiado hizo un sondeo en el centro del pueblo y encontró la deseada e imprescindible agua. El agua era caliente y la utilizó para el balneario.
Quiero destacar de Artés de Arcos su faceta humana en el trato con sus trabajadores, a los que les cubría los gastos de médicos y dentista, instalando comedores en todas sus fábricas y les facilitó vivienda, sobre todo a los que llegaban de Almería.