La tribuna

Un artilugio prodigioso

Un artilugio prodigioso

Doctor En Derecho Y Periodista

España, país de sol y siestas rompe su leyenda negra con un invento que probablemente podría comprarle la NASA .No se asusten, no se trata de nada relacionado con la ingeniería aeroespacial, ni con la física atómica, se trata de un pequeño artilugio que causara asombro en todas las ingenierías del mundo; una baliza luminosa de emergencia, la última genialidad, firmada por la Dirección General de Tráfico (DGT), como imposición obligatoria para todos los vehículos que circulen por las carreteras españolas desde el 1 de enero de 2026. Esta baliza, es única, típicamente hispana y no se conoce en ningún otro país europeo, emitirá luz y una señal para que el vehículo pueda ser localizado en caso de emergencia. No está mal, según las circunstancias. Se trata, según leo en redes sociales, de un prodigio tecnológico ideado no por un ingeniero aeroespacial, ni por algún catedrático del MIT, sino por dos guardias civiles que, en sus ratos libres, han decidido mejorar la seguridad vial del país. De ser cierto hay que revivir a Chiquito de la Calzada. Pere Navarro, el sempiterno director de la DGT, ha acogido la idea con entusiasmo .Europa sin enterarse y nosotros, país de pícaros, ahora somos avanzadilla de la innovación tecnológica.

La cuestión afecta a 38 millones de vehículos cuyos propietarios deberán comprar este aparatito por orden del BOE. Se ha calculado una media 40 euros por baliza y resulta que el invento podría generar un negocio de 1.500 millones de euros. Los maliciosos susurran una posible operación “ created from power”, que traduzcan los listos. España inventa poco, pero cuando lo hace rompe moldes universales y como añadido amenaza con sanciones que hacen temblar al sufrido conductor. En Alemania, país de lluvias intensas nadie ha considerado obligar a sus ciudadanos a portar semejante cachivache. En Suecia, donde la niebla es espesa como un puré de lentejas, no ha habido un solo estudio que avale una medida similar. En Suiza, país de túneles, curvas cerradas y montañas, ni siquiera se contempla. Solo en España, donde en medio país no se conoce la nieve ni se circula por la izquierda, se impone una medida con fuerza sancionadora intimidante obligando a comprar otro artilugio que en el resto del planeta sería de uso opcional. Sin embargo ,el prodigioso artilugio ofrece dudas. Opiniones de bomberos y también dentro de la propia Guardia Civil han alertado de que esta baliza podría no ser visible en curvas cerradas o cambios de rasante pronunciados. Lo paradójico al parecer, no se ha evaluado de forma científica con datos suficientes la eficacia del invento. No hay estudios comparativos. No hay informes de seguridad. Solo un mandato, un decreto y otra obligación a costa de los conductores.

Pero hay un aspecto aún más profundo. La baliza, según se dice, emite una señal que permite localizar el vehículo. ¿Estamos hablando solo de seguridad vial o de otra vuelta de tuerca al control digital del ciudadano? Cabe Imaginar al padre de familia, cuyo vehículo se encuentra en emergencia justo a las puertas de un club de alterne. Activa la baliza. Llega la grúa. Y también, ¿queda constancia del lugar exacto?¿ Es el ojo omnipresente del nuevo Leviatán?. Orwell se quedaría corto ante la eficacia del papá Estado moderno.

Parece que el circulo se estrecha a los ojos del Gran Hermano ; el teléfono móvil que todo lo escucha, las cámaras urbanas que todo lo ven, las tarjetas de crédito que todo lo rastrean, la inteligencia artificial y ahora esta baliza que todo lo ubica, el ciudadano va quedando atrapado en una base de datos La libertad de movimientos ya no sería tal, si cada avería o accidente queda registrada en una nube digital gestionada por quién sabe quién.

Al final, lo inquieta no es la baliza en sí, sino el contexto: la deriva hacia una sociedad en la que la normativa cambiante y compulsiva asfixia con obligaciones y sanciones , donde el ciudadano no es interlocutor sino súbdito, y donde toda innovación se convierte en coartada para nuevos impuestos, nuevas multas y nuevas formas de vigilancia. El camino hacia la servidumbre, como advirtió Hayek, no se recorre con tanques, sino con decretos y promesas de seguridad.

¿Y si en vez de imponer balizas se educara eficazmente para asumir responsabilidades? ¿Y si en vez de legislar cada decisión,, cada paso, cada acto de disposición intima y privada el poder constituido comienza a entender el amplio espacio que sociedades avanzadas y democráticas conceden al individuo? Pedirle prudencia y reflexión a una Administración mediterránea carcomida por vicios milenarios sería una utopía. Pero pedirle rigor y trasparencia a unos gobernantes que van dejando rastros de operaciones turbias y sospechosas a costa de los ciudadanos, comenzará a ser obligación de una sociedad cívicamente desarrollada

España, una vez más lidera a los países de la UE en el vértigo de leyes y normas orientadas todas, como cabe imaginar, para “salvarnos de nuestra propia temeridad e indolencia”.

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