La tribuna

Encarnación Fenoy Castilla

¿Balsas agrícolas o refugios?

¿Balsas agrícolas o refugios?
¿Balsas agrícolas o refugios?

11 de julio 2025 - 03:06

Desde el aire, se dibujan como un moteado de charcos artificiales salpicando el paisaje agrícola. A simple vista, las balsas de riego parecen meros depósitos de agua. De cerca, algunas revelan algo más: el potencial de convertirse en refugios para la vida silvestre en un entorno cada vez más transformado por la actividad humana. Durante mucho tiempo, su papel se limitaba al almacenamiento de agua. En ocasiones, también servían para algún chapuzón veraniego, siempre tras una rigurosa limpieza que implicaba eliminar fango, sapos, insectos… y cualquier rastro de vegetación en las orillas. Agua limpia, dosis de alguicidas, y lista para una nueva temporada.

Hoy, sin embargo, se perfilan como inesperados aliados de la biodiversidad. Y hay razones de peso para ello: desde 1900 se estima que han desaparecido más del 64% de los humedales a nivel mundial. En España, la situación es similar; solo en Andalucía, se ha perdido aproximadamente el 67 % de la superficie de estos ecosistemas. Esta pérdida tiene consecuencias graves para muchas especies que dependen de ellos para sobrevivir.

En este contexto, algunas de estas especies han encontrado en las balsas de riego un nuevo hogar. Solo en Andalucía hay más de 20.000 balsas inventariadas, y alrededor de la mitad de ellas de una gran capacidad (más de 600Hm3). Aunque fueron construidas con fines puramente agrícolas o ganaderos, estas infraestructuras ofrecen nuevas oportunidades de hábitat. Eso sí, su conversión en hábitats valiosos para la fauna no ocurre por sí sola: requiere una gestión adecuada y, sobre todo, voluntaria por parte del sector agrícola.

Lo interesante es que, en muchos casos, bastan medidas sencillas. Por ejemplo, evitar el uso de alguicidas — de eficacia limitada y con efecto rebote—, mantener vegetación acuática sumergida, conservar una franja de vegetación natural en el perímetro; o instalar plataformas flotantes que sirvan como puntos de descanso y nidificación para aves acuáticas. Estas y otras propuestas están recogidas en un manual de buenas prácticas publicado por la Junta de Andalucía, basado en investigaciones realizadas por las universidades de Almería, Granada y Sevilla. La experiencia muestra que estos pequeños cambios pueden marcar una gran diferencia y contribuir significativamente a mejorar el estado ecológico de estas balsas y su potencial para albergar diversidad. Algo parecido ha sucedido con la recuperación de setos en los márgenes de las fincas, que hoy se valora muy positivamente por el conjunto de la sociedad por su utilidad en atraer fauna auxiliar beneficiosa para los cultivos.

Además, adoptar una gestión con enfoque ecosistémico puede tener beneficios económicos. Al mejorar la calidad del agua y la salud del agroecosistema, se reduce la necesidad de intervenciones químicas, y se alargan los periodos entre limpiezas. Es decir, no solo se protege el entorno: también se optimizan recursos. Y en un mercado cada vez más exigente, los consumidores valoran especialmente aquellos productos agrícolas que han sido obtenidos en armonía con la naturaleza. No obstante, la responsabilidad de esta transformación no puede recaer exclusivamente sobre los hombros de los agricultores. La conservación de la biodiversidad en paisajes agrícolas es una tarea colectiva que requiere el compromiso de múltiples actores: administraciones públicas, universidades, entidades conservacionistas, cooperativas y también la ciudadanía. Todos podemos sumar, desde distintos frentes, para hacer posible una agricultura más respetuosa con el entorno. Ahora bien, es importante no caer en la trampa: las balsas agrícolas no sustituyen a los humedales naturales. Su existencia no compensa la pérdida de estos ecosistemas insustituibles, con su enorme complejidad ecológica y riqueza biológica. Ninguna infraestructura artificial puede igualar la diversidad, las funciones hidrológicas o los procesos ecológicos que ocurren en un humedal natural. Por eso, la conservación y restauración de los humedales debe seguir siendo una prioridad. Pero mientras luchamos por preservar lo que aún queda, no deberíamos desaprovechar el potencial de estas otras masas de agua. Bien gestionadas, las balsas pueden contribuir, como espacios complementarios —nunca sustitutos—, a la defensa de la biodiversidad.

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