La batalla de Málaga (1937)
Estos Del 14 de enero al 14 de febrero de 1937 tuvo lugar, desde mi punto de vista, la principal batalla en Andalucía durante nuestra última guerra civil, la de Málaga. Teniendo claro el bando nacional sus objetivos estratégicos, en el verano de 1936 logró mejorar la situación de Córdoba y afianzar la comunicación Sevilla-Granada, y con la toma de Ronda, la comunicación Granada-Algeciras. El siguiente paso fue evidente: la toma de Málaga. Al bando nacional sólo le quedaba disponer de las fuerzas necesarias para iniciar la ofensiva sobre la capital malagueña, que quedó resuelta con la llegada a Cádiz a finales de 1936 de los primeros contingentes italianos, constituidos por Unidades completas, perfectamente encuadradas, armadas y equipadas y con unos medios de apoyo al combate y logísticos desconocidos en nuestra guerra. Unidades de carros, aunque se tratase de simples tanquetas con ametralladoras, de blindados, de artillería de todo tipo, con abundante munición, medios de transporte y sanitarios. Las posibles carencias que tuviesen, quedaron compensadas por la absoluta ausencia de capacidad militar de las Unidades republicanas a las que se enfrentaron.
En esta batalla, el peso del combate fue llevado por el contingente italiano con un resultado excepcional. La actuación de las columnas nacionales fue escasa y la mayor parte de las veces en apoyo al avance italiano. Sobre las fuerzas defensoras republicanas poco que decir, ya que después de más de seis meses de guerra, no existían Unidades militares, sólo masas de milicianos sin organización ni disciplina, resultando inútiles los esfuerzos que sucesivos mandos designados realizaron para mejorar la situación.
En pocos días, las columnas italianas desde el interior y las españolas por la costa alcanzaron los arrabales de Málaga, apoderándose el pánico de la población afecta a la República e incluso entre los milicianos, siendo las autoridades política y militar las primeras en huir de la ciudad ante el temor de quedar cortada la única vía de salida, la carretera de Almería, a la altura de Motril por fuerzas nacionales procedentes de Granada. Las autoridades responsables de la defensa de Málaga abandonaron a su suerte a milicianos y civiles, que mezclados, huyeron de la ciudad por una carretera batida por la aviación y la flota nacional en misión de interdicción, para evitar la llegada de refuerzos republicanos, y de apoyo a la vanguardia italiana en la explotación del éxito.
El 14 de febrero el bando nacional dio por finalizada la ofensiva sobre Málaga con la ocupación total de la provincia y parte de la de Granada, reduciendo el frente de 250 a 20 Km (de Órgiva al mar), haciéndose con el importante puerto de Málaga frente a Ceuta y Melilla y en la línea de Baleares, y provocando un gran impacto en la moral republicana. Cabe destacar en este bando el eficaz apoyo prestado por su flota durante todo el avance de las columnas de la costa, así como por su aviación cuando la situación meteorológica lo permitió.
Es difícil entender las razones de la ausencia tanto de la aviación como de la flota republicanas, superiores a las nacionales. Conociendo la anarquía imperante en Málaga, es posible que el gobierno republicano no considerase conveniente arriesgar medios críticos, barco y aviones, dando por perdida antes de la batalla la principal ciudad andaluza que controlaban.
Este somero análisis de la batalla de Málaga viene a colación de la reciente Resolución por la que se publica el Acuerdo de incoación de declaración de lugar de memoria el éxodo, persecución y masacre de la población civil entre Málaga y Almería en febrero de 1937, conocido como “La Desbandá”, donde se vierten afirmaciones carentes de fundamento que no soportarían un análisis serio, riguroso de la Batalla de Málaga, siempre teniendo en cuenta el momento histórico, retrotrayéndonos mentalmente a ese tiempo, donde hay que recordar que el marco del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos no era el actual (La Cuarta Convención de Ginebra - Protección de Personas Civiles en Tiempo de Guerra, es de 1949), y existiendo en ese mismo recorrido que se declara ahora como lugar de memoria otros hitos donde sí se cometieron crímenes de lesa humanidad (la Garrofa, el barranco del Chisme…, agosto del 36). Los caídos en una guerra merecen la mayor consideración y respeto, sean del bando que sean. Y en una guerra civil, de hermano contra hermano, con más motivo. Poner placas, por supuesto, pero para todos.
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