La tribuna

Mientras la ciudad duerme

Mientras la ciudad duerme

Doctor En Derecho Y Periodista

Tres años de convulsión política y social se ha superado el ecuador de esta Legislatura. Resulta evidente que el presidente del gobierno viene marcando la agenda política como parte de una estrategia estructurada con actitudes propias de una autocracia; crispación de la vida pública y división social. El desafecto entre ciudadanos y la constante agitación social alcanza límites preocupantes. Resoluciones arbitrarias, decretos- ley sin acuerdos con la oposición, abuso de decisiones personales de consecuencias trascendentales que afectan los intereses de España y los españoles sin el debido debate del Parlamento. Todo indica que Sánchez parece dispuesto a maniobrar fuera de los límites de la constitución y la democracia para perpetuarse en el poder confiado en una impunidad de facto; dos lacayos bien posicionados en el Tribunal Constitucional y en la Fiscalía General que se someten a ejercer como abogados del entorno familiar de Sánchez y sus socios de gobierno relegando la defensa de la legalidad y la dignidad de ambas Instituciones al margen del único sujeto soberano; los ciudadanos españoles. Al traspasar el marco constitucional y socavar el Estado de Derecho, este indigno presidente se muestra ajeno a su juramento constitucional; defender la Nación española, su integridad territorial y garantizar la igualdad de todos los españoles ante la Ley.

Algunas decisiones de gran calado político están teniendo efectos perniciosos en las Instituciones y Organismos del Estado. Decisiones capaces de condicionar el presente y predeterminar el futuro político, económico y social de España. La arrogancia y desprecio a las normas democráticas se evidencian con peligrosa naturalidad y marcan un estilo de gobierno fácilmente asimilable a las autocracias. Aquellos años de ímpetu y estabilidad que permitieron los gobiernos de turno entre los dos grandes partidos mayoritarios pasaron a la historia. Ahora se practica una política canalla alejada de la mínima cortesía que hace imposible el consenso. Es tiempo de rufianes y corruptos cobijados en unas siglas que supuran podredumbre. Ese fue el gran descubrimiento de la izquierda socialista aliada ahora con partidos de extrema izquierda, sediciosos golpistas, separatistas y filo terroristas, todos conjurados como enemigos de España. La tensión social construida con la argamasa del rencor la puso en práctica un político sin escrúpulos; Rodriguez Zapatero, atado a una enfermiza obsesión por enriquecerse ahora encumbrado en un patrimonio que jamás hubiera podido lograr en sus mediocres actividades antes de “descubrir” la política. Pero, el Departamento de Estado de EE UU le ha abierto “ficha”. Un poco tarde para percatarse de la naturaleza tóxica de quien fuera presidente del gobierno de España dedicado en cuerpo y alma a colaborar con dictaduras como valedor en Europa de la represión, tortura y crímenes que se comenten en Venezuela, Nicaragua, y tantos otros países enemigos de la democracia. Ha desvelado su verdadera naturaleza de avaricia patrimonial acoplada cínicamente a una revancha social sin fundamento. Sánchez es el continuador de esta siniestra estrategia donde la defensa de la nación o el interés general son conceptos propios de la “fachosfera”.

Frente a este cúmulo de arbitrariedades y una oposición debilitada por su falta de concreción sobre un posible proyecto de Estado, la sociedad española duerme confiada en algún milagro que pudiera evitar la hecatombe. El líder del partido mayoritario se expresa al estilo de un canónigo de provincias aspirante a una mitra; mesurado, prudente, previsible, etc. a la espera que ese péndulo que oscila cada tantos años le pudiera situar en el gobierno de España. Nada más lejos de la realidad. La sociedad española no retiene en la memoria una tradición realmente democrática. Las guerras carlistas que asolaron el siglo XIX entre monarquías absolutistas y una clase dirigente corrupta con la colaboración de la iglesia católica, frenaron la incorporación de España a la nueva era de modernidad y desarrollo social que trajo la revolución industrial. El siglo XX tampoco fue mejor para el conjunto de los españoles, el fin de una monarquía decadente, una dictadura militar que detuvo la posibilidad de la democracia. Después llegó una república recibida con albores y esperanza que pronto fracasó por la traición de los propios partidos que la auspiciaron, singularmente las izquierdas y finalmente una guerra civil resultado de tantos fracasos acumulados y la falta de verdadero espíritu conciliador y democrático de los políticos españoles.

Tras aquella guerra atroz comenzó una larga dictadura cuyo final alumbró una democracia que anunciaba una senda luminosa de paz, convivencia y progreso. Los españoles pactaron la reconciliación votando por una Constitución como garantía de una democracia parlamentaria y un Estado de Derecho. De este gran patrimonio colectivo ahora queda apenas el poder judicial y parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Lo demás, todo lo demás, ha sido devorado por ese monstruo que anida en la mente de un político señalado como un psicópata narcisista.

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