La tribuna

La democracia, se pudre, día a día

La democracia, se pudre, día a día

Yse pudre porque, desde su aplicación a la era moderna, se han ignorado las taras fundamentales que Sócrates, Platón y Aristóteles, encontraron - y avisaron -, en la aplicación de tal sistema de gobierno. Lamento tener que entrar en niveles inalcanzables para las víctimas de la LOGSE, cuya ignorancia de los clásicos es evidente, aunque para eso la inventó y aplicó el socialismo español de los setenta; y desgraciadamente, les ha dado sus frutos; hoy leer a los clásicos es trabajo exclusivo de cuatro “chalaos” entre los que orgullosamente me encuentro. La aplicación de la democracia se debe a los griegos, cuando Clístenes, hacia el año 510 a.C. introdujo en Atenas, lo que se dio en llamar gobierno democrático; Clístenes, que había sido “Arconte” (Gobernante con poder y capacidad de decisión) de Atenas, una polis a la sazón con unos 300.000 habitantes, logró introducir ese sistema aunque la rivalidad con su contemporáneo y en principio correligionario Iságoras, dio lugar a una situación de inquietud e inseguridad que, la fuerza de una Asamblea del pueblo (posible solo en las “polis” griegas), permitieron su mantenimiento como forma de gobierno. Más de un siglo después, Sócrates, describe unos defectos insoslayables en “la República”; y, diez lustros después, su alumno Platón, plantea críticas a la democracia, entre las que afirma que: “..al gozar de excesiva libertad, es un peligro en potencia...”. Igualmente, argumenta como un peligro latente – Y aquí da en el clavo de las democracias modernas, adelantándose 2.500 años a España, entre otras – que: “...Si todos los hombres tienen derecho a gobernar, ya sean egoístas, soberbios o malvados, a quienes por lo tanto, no les importa el pueblo, sino que se mueven por sus propios intereses personales, la posibilidad de que puedan alcanzar el poder es de una gravedad extrema.” Aristóteles, afirma igualmente que, la democracia corre el riesgo de llevar al poder a dictadores, tiranos y demagogos; y, al haber en las democracias líderes que, faltos de la preparación (habilidades) y la moral adecuadas; éstos, pueden acceder al poder por medios ilícitos, impidiendo una vez en el poder, el acceso de los más capacitados”. Aristóteles estaba avisándonos hace más de 2.300 años. Sería cuestión de que los pocos españoles que aún leen y piensan, meditasen acerca del por qué las leyes de enseñanza socialistas – en democracia, España no ha tenido otras – no tratan ni de paso a los clásicos griegos ni a los creadores del derecho romano - ambas herramientas imprescindibles que inducen al hombre a pensar -, habiendo retirado prácticamente de la enseñanza, el Latín, base de nuestras lenguas, introduciendo en las escuelas una historia de España, falsa y mendaz, hecha a la medida de sus odios, delirios y conveniencias, pretendiendo en el colmo de la estupidez, imponer en Europa – donde hay imbéciles, pero no tantos – lenguas y jergas, decrépitas y de uso local o incluso familiar sin aprovechamiento internacional alguno que, lógicamente rechazan. En España, la democracia se está pudriendo a diario y la bacteria que la causa la producen los partidos políticos y sobre todo una Ley electoral errática e intemporánea. La democracia, necesita limitar el poder otorgado a los políticos – la antítesis de lo acaecido desde 2018 -, que ignoran la libertad de los ciudadanos y actúan como auténticas Oligarquías en las que el Congreso solo representa a los partidos defendiendo sus propios intereses y vetando a los ciudadanos la posibilidad de cambiar a los miembros de la oligarquía, entrando con ello de lleno en las taras de la democracia que criticaban Platón y Aristóteles; Las decisiones políticas tomadas en España, desde 2018, se han reducido a más impuestos, y más limitaciones - con sanciones - a la libertad del ciudadano, lo que nos lleva irremisiblemente a una pseudo-democracia en la que todo aquello que no esté prohibido, será obligatorio, entrando irremisiblemente en la oligarquía del grupo dominante y bajo la bota del sátrapa de turno. Hoy, los partidos que mandan en España, cómodos al margen de la Constitución, gozan – inexplicablemente - de la capacidad de destruirla; y nadie, parece enterarse.

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