Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

El día después

Con poco margen de error, la Guerra Fría fue mucho más que mundial, porque implicó, además de a la milicia, a todas las áreas de la actividad humana: política, economía, industria,…

El día después El día después

El día después

Mañana será otro día. La expresión sirve para echar atrás una mala jornada. Contrasta con la cantidad de hitos "históricos" por semana que se producen a tenor de las declaraciones públicas. Ni que decir tiene si se confronta con la historia registrada, esa que hace coincidir sus puntos álgidos con las guerras y deja todo lo demás como periodos entreguerras. La historia universal (desconozco si se da ya en los colegios) cuenta como el siglo XX marcó sus pasos con una Primera Guerra Mundial de más de cuatro años con combates de tal intensidad en Europa que la denominó "Gran Guerra"… hasta que llegó una mayor: la Segunda. Esta, más larga, más mundial y más cruenta. Pocas tierras y océanos quedaron fuera. El trío se completó con la Guerra Fría, un conflicto nunca declarado, pero tan real como la vida misma. Marcar con precisión su comienzo y su final es difícil. Habría que preguntárselo al sargento Henry Kissinger. Él la conoce como nadie por lo vivido, lo influido, lo estudiado y lo divulgado.

Con poco margen de error, la Guerra Fría fue mucho más que mundial, porque implicó, además de a la milicia, a todas las áreas de la actividad humana: política, economía, industria,… y a todos los espacios: marítimo, terrestre, aéreo y espacial. Y más larga, cuarenta años al menos, diría que desde la referencia de Winston Churchill de 1946 a un Telón de Acero a la Caída del Muro de Berlín. Por en medio: bloqueo soviético de Berlín, guerra civil china, conato de guerra ruso-china en Mongolia, Corea, crisis de los misiles de Cuba, Vietnam, la de los Seis Días, revoluciones con tinte de guerra civil,…un sin parar. Mediaron veinte años entre las Guerras Mundiales y fueron suficientes un par de años nada más para empezar la Fría. Y ahora: ¿qué? Ahora se está en el día de después. De lo vivido en ese siglo, hay dos consecuencias que vienen a la mente: la desaparición de los periodos entreguerras y la importancia del día de después para consolidar la victoria. Metidos en este siglo como estamos, por lo menos hasta las rodillas, los conflictos de hoy son un continuo, dejó de haber periodos entreguerras. Así que, mientras se hace la tarea de hoy, hay que pensar qué hacer mañana. Compaginar presente y futuro. Pedalear constantemente si se quiere mantener el equilibrio y avanzar.

En este nuevo contexto, hay que tener mucha inteligencia y decisión. Inteligencia porque con tanta información, buena y mala, hay que discriminar

entre que lo que pasa y lo que te dicen que pasa. Ayudarán los artificios de la Inteligencia Artificial con su quincallería (hardware) y sus algoritmos (software), aunque hará falta mucho binomio "hombre/máquina" (¿se dice ahora "persona/máquina"?) para afinar resultados. Ya se sabe que pensar necesita mucha sutileza porque, como diría José Larralde en uno de sus cuentitos: "eso es cosa delicada". Ni que decir tiene la importancia de decidir y con prontitud. Todo se mueve con celeridad, así que de nada sirve procrastinar, más que para quedarse atrás en todo. Una mala decisión se puede corregir, una sin tomar nunca se puede enmendar. Así las cosas, parece que la hegemonía en el mundo se dirime ahora de otra forma y sobre otro fondo. En lugar de un encontronazo bipolar entre "rusos" y "americanos" o un ejercicio de poder en solitario como hizo Estados Unidos tras la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se abrió una Competición de Grandes Potencias, con China y Estados Unidos a la cabeza. Hoy se pugna por el primer lugar, pero sin despreciar apoyos de nadie, en asuntos concretos, ni tan siquiera entre competidores. Una carrera continua donde cualquier nación, con más o menos fuerza, puede influir en el resultado. Mientras tanto, los conflictos más cruentos los provocarán, como ya pasa, actores transnacionales no-gubernamentales antisistema que, si se parafrasea La Profecía de Rafael de León, sin ser estado, ni gobierno, ni organización, son quienes más lo quisieron y quieren ser. Y sobre este telón de fondo, aquí se mantiene la creencia de que todo esto nos pasa de refilón, que lo nuestro es organizar y recordar las nuestras, sin participar en las guerras de fuera. Ser neutrales en unas, partidistas en las otras o, todo lo más, dejar que otros decidan por nosotros. Pero el tiempo de la neutralidad pasó, ahora toca decidir si se quiere estar en el mundo de ahí fuera o procrastinar y asumir un más que previsible aislamiento.

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