Juan Martínez

Hipocresía, soberbia y mendacidad

La tribuna

Hipocresía, soberbia y mendacidad
Hipocresía, soberbia y mendacidad

09 de mayo 2025 - 03:09

Ya fe que, lo digo, lo asevero y lo mantengo con rotundidad e impotencia, ¡Somos el hazmerreír de Europa! Esta semana, he pasado unos días en Roma y la vergüenza que he sentido como español, es para hacerla pública con el fin, aunque inútil, pues este pueblo está idiotizado, de decir a los españoles que tengan la deferencia de leerme, de que sepan el ridículo que estamos haciendo en el extranjero. Por motivos de desplazamiento, fui a comprar un billete me AVE desde Roma-Términi a Nápoles, estaba comentando con el Señor de la taquilla cuanto tiempo tardaba el tren en llegar a Nápoles y el taquillero, muy atento me dijo muy serio: una hora y doce minutos. Yo asentí y un señor que estaba detrás de mí, me comentó de forma sarcástica, “Tranquilo; que, como aquí no hay apagones, llegará Vd a tiempo”. Sonreí, ante su español, flojo pero inteligible; no le di importancia y continué caminando hasta salir de la estación Termini, dirigiéndome a la Iglesia Pontificia de Santa María la Mayor. Cuando llegamos allí, nos agregamos a la cola que tenía algo más de doscientas personas, eran las seis menos cuarto de la tarde y con una llovizna apenas sensible, estaba imponiéndose el crepúsculo. Al acercarnos a la esquina lateral izquierda de la iglesia, nos avisaron los de seguridad que posiblemente no llegáramos a tiempo, dado que se iba a celebrar una misa y que, para evitar ruidos, no dejarían entrar a visitar la tumba de Francisco I, aunque, asistidos de una amabilidad y espíritu de servicio, muy lejos del de los iguales en nuestra tierra, nos dijeron que acortáramos distancia, a través de las cintas que habían dirigido a las colas de miles de visitantes de toda la semana. Después de quince minutos, llegábamos al control de la entrada, con la vigilancia de los carabinieri quienes nos dejaron pasar sin hacer gala de un control innecesario, dado que los que estábamos por entrar éramos españoles y varios americanos de Miami. Una niña de corta edad, comento a su madre, una de las Señoras que había a nuestro lado: “Mamá, se está poniendo oscuro”, y unos belgas que había delante de nosotros, riéndose a carcajadas, le dijeron: “Calme petit, qu’ici il n’y a pas de pannes de courant comme en Espagne”, al entender lo que dijeron, no me pude aguantar y les contesté: “Car vous n’êtes pas d’un pays qui peut se vanter de rien, ne vous moquez pas d’une petite fille qui ignore l’histoire de la Belgique, toujours dominés et sauvés par d’autres.” Entonces, uno de ellos, sacando una linterna de pequeño tamaño de su bolsillo, le dijo a la niña: “Tiens, si tu vas en Espagne, ne reste pas dans le noir.” Entramos en la Iglesia y les perdí de vista, pero la vergüenza y especialmente la impotencia que pasamos los que estábamos allí, nos llegó muy adentro, cuando de pronto, acercándose una Señora de porte elegante y educado, nos dijo: “Mire Vd, soy de Caracas; y me duele observar lo cerca que están Vds. de la ruina en la que hoy se ha convertido nuestro otrora maravilloso país; no dejen que les conviertan los chavistas que les gobiernan en otra Venezuela. Por favor, no permitan que las izquierdas les destrocen como el chavismo hizo con nuestro gran país. España ha sido la nación más grande de la Historia y nos duele verles camino de nuestra desgracia,” Me costó digerir tal verdad incuestionable y pensé en voz baja: ¡Cuanto tenemos que aguantar por tener un presidente, soberbio, hipócrita y embustero! Sin duda es un castigo que nos merecíamos, pero nuestros hijos y nietos no; y ellos, sufrirán las consecuencias de nuestra ruina estando endeudados y deshonrados durante varias generaciones; desgraciadamente, quienes nos gobiernan nos humillan a diario. haciendo realidad aquellas palabras de Corpus Vargas: “Mienten de noche y de día; mienten a diestro y siniestro; mienten a Santa María y ¡Mentirán, al padre nuestro! Triste historia la que nos ha tocado vivir, pero historia, al fin y al cabo.

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