Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

La implacable geografía

A España le tocó estar entre dos mares y dos continentes, en una posición donde se puede mirar a tierra firme y aceptar "La teoría de la Tierra-Corazón" de MacKinder

La implacable geografía La implacable geografía

La implacable geografía

La geografía es apabullante. Robert D. Kaplan dice que es el mayor condicionante de las naciones. Hay que darle la razón cuando afirma que "lo único perdurable de los pueblos es su ubicación en los mapas", pero la historia lo pinta de matices. Uno de ellos la voluntad de la gente para creer que, más allá del terruño, existe un espacio donde se puede vivir sin renunciar a lo que se es. España bien sabe lo que es eso. Llevó la hispanidad más allá de su territorio. Vale la pena recordarlo.

Por geografía, a España le tocó estar entre dos mares y dos continentes, en una posición donde se puede mirar a tierra firme y aceptar "La teoría de la Tierra-Corazón" de MacKinder en que todo da vueltas alrededor de un territorio, o contemplar a océanos como vías de comunicación en lugar de barreras geográficas como lo plantea Mahan en "La influencia del poder naval en la historia". Hubo momentos de nuestra historia para lo uno y para lo otro. Ya en tiempos de los Reyes Católicos se dio esa situación. Por más que hablar de "estrategia" a Isabel y Fernando estaría tan fuera del lenguaje de su tiempo como mentar "software" y "hardware" a quien nunca vio un ordenador.

Recuerdo las doctas y entretenidas lecciones que el profesor Romeo de Armas dictaba los viernes en la Escuela de Guerra Naval, a última hora de la mañana, supongo que para concentrar la atención de los alumnos y hacer apetecible hasta la mismísima hora final de la semana lectiva. En aquellas disertaciones hacía ver la historia con la claridad meridiana que da la sencillez. Dominaba el contenido y, con su acento canario, daba la diferente visión que Castilla y Aragón tuvieron en el siglo XV a la hora de expandirse por el mundo y las consecuencias para España. Mientras que Isabel se lanzó al Atlántico desconocido a la búsqueda de nuevos territorios, Fernando optó por ampliar su poder con las plazas conocidas donde se comerciaba en el Mediterráneo. En una primaba la posesión de la tierra. En el otro, el comercio.

Aquel "Tanto monta, monta tanto", además de mostrar unidad, equilibrio e igualdad entre reinos, se tradujo en una visión estratégica complementaria con un elemento común: la mar. Así se levantó un imperio hacia levante por el Mediterráneo y hacia poniente por el Atlántico y después por el Pacífico, el mar español. España se hizo la potencia marítima del mundo conocido y por conocer y, además de aumentar su geografía, expandió la impronta de la hispanidad: lengua y cultura; grandioso patrimonio común de los españoles de los dos hemisferios. Una heredad que hoy desprecian aquí quienes ignoran intencionadamente lo que son y allí quienes olvidan que sobrevivieron gracias a que fueron tan españoles como los recién llegados.

Y sin conciencia del cambio, una nación marítima como la española se empeñó en mutar su espíritu marinero para enfrentarse por tierra a quienes la atacaban por mar. Las campañas en las tierras bajas de Europa y el intento de invasión de Inglaterra con tercios y armadas reflejan ese cambio de visión. Cabe pensar que, sólo de poco navegar, los españoles de aquí ignoraban la inmensidad de la Nueva España, la enormidad de la Nueva Granada o la extensión que cubrían los archipiélagos del Pacífico con nombres españoles: Filipinas, Marianas… y los españoles de allá dejaban de entender por qué se peleaba por más tierras en Europa.

Los imperios nacen por impulso de pueblos y gobernantes, decaen por la ambición de otras naciones y, en ocasiones, por la codicia de propios naturales, y sobreviven mientras dominan la mar. La ambición de unas para imponer las reglas de juego político, económico y social. La codicia de otros que, como caciques, se apropian de las riquezas de todos en beneficio propio. Y la supervivencia la da para llegar al fin del mundo por la mar. Así se entiende el auge y la caída del Imperio español descrito por Salvador de Madariaga, el por qué los imperialismos del siglo XX refunfuñan en su declive como dice el mismo Kaplan en "Gruñidos Imperiales" y la pugna entre China, Estados Unidos de América y Rusia por las líneas de comunicación marítima en la Competencia de Grandes Potencias de este siglo XXI.

Cuento todo esto porque, con la geografía menguante durante siglos, la grandeza de España descansa en la hispanidad: lengua y cultura; esa que llevó por mar a medio mundo y que hay que defender frente a naciones de fuera y caciques de dentro.

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