Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Los límites de la realidad

Nada incomoda tanto a un soldado como ver próxima una necesidad real y que se limite la ayuda que puede prestar

Los límites de la realidad Los límites de la realidad

Los límites de la realidad

El militar combate cuando el político lo ordena. Mientras tanto, está dispuesto a ayudar en lo que sea y cómo sea. Se vio con la pandemia y la nieve. Hizo equipo con unos y otros, hasta donde se les dejó.

Cuando se constituyó el primer Mando Conjunto en el Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial, todo era una novedad. Nada había escrito sobre el moderno concepto de Acción Conjunta. Aunque, como eran británicos, lo normal fue que arrancasen sin más, simplemente hiciesen camino al andar como cantó Machado en sus coplas, desarrollasen normas a partir de la experiencia y… ¡ya está! Así pasa en su sistema judicial donde pesa la jurisprudencia y el sentido común.

Fue Churchill en persona el que encargó, en un momento de necesidad, a Louis de Battenberg, Lord Mountbatten en inglés, que se hiciese cargo de la incipiente organización. Pensó con razón que, con alguien vinculado a la Corona, símbolo de la unidad nacional, resultaría más sencillo mezclar colores y mentalidades militares. Este tipo de cosas ya se hicieron con anterioridad. Un ejemplo es el cómo la monarquía británica creó la Union Jack a partir de las banderas de Inglaterra, Gales, Irlanda del Norte y Escocia, todas juntas pero sin superponerse. Un ejercicio de simbolismo realmente espectacular.

A pesar de las reticencias de Mountbatten a abandonar el mando del portaaviones que se le había asignado, se incorporó a la tarea y, mientras formaba el equipo, estableció dos normas internas de fácil y obligado cumplimiento para todos sus miembros. La primera decía, entre ironía y rotundidad, que se podía llegar hasta el insulto personal en las discusiones, pero nunca mencionar el color del uniforme en el improperio. De este modo se respetaba a las instituciones y se apartaría el corporativismo de una u otra rama de las fuerzas armadas. La segunda norma daba un sentido positivo al trabajo en común. Señalaba que, en toda tarea, debían hacerse dos preguntas: ¿cómo puedo ayudar? y ¿cómo me pueden ayudar?, una versión moderna del lema de los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas: "uno para todos y todos para uno".

En estos tiempos de post-modernidad, cuando se trata de de-construir la realidad para re-crear una ensoñación, da la impresión de que se trastoca el orden de las cosas para instaurar una anarquía, además de en el sistema, en el pensamiento social. Mientras se habla de la necesidad de mantener la unidad

de acción para superar las situaciones de emergencias que trajo la pandemia y la meteorología, se imponen separaciones inexplicables que ni el virus, ni la geografía, ni la meteorología, ni el sentido común justifican. Al contrario de lo que sugería el marino inglés, abunda el insulto con cita al color político, se desprecia la ayuda que se ofrece salvo que provenga de los partidarios y, lo que es peor, se niega el auxilio a los rivales, de dentro y fuera de sus partidos, por más leales que sean.

La actual tendencia a establecer esa realidad virtual que oculta la situación real tiene mucho que ver con la educación y la difusión académica. En el caso de la educación, el post-modernismo se centró en las universidades, donde desde hace décadas se pide escaso ejercicio profesional de campo y mucha aceptación de postulados políticos para acceder al profesorado. El resultado es una dicotomía, la que acepta meras teorías como verdades incuestionables y, al mismo tiempo, desprecia la experiencia de campo y la objetividad de los datos científicos. Y, si a todo ello se suma el acceso casi ilimitado que se dio a la difusión académica en los medios de comunicación y el bajonazo de nivel educativo que se impone a futuras generaciones españolas, se entiende la expansión del indeseable fenómeno post-moderno que ya alcanza a los más altos poderes del estado.

El asunto impregna a toda la sociedad y, por ende, también a la milicia. Aunque la formación militar tiene la ventaja de que la proporcionan militares con años de experiencia sobre el terreno y en la mar, crece el número de ellos que ignoran la verdad objetiva de los hechos para incluir la ficción subjetiva de un relato político. Estos suelen terminar derrotados, pero mientras tanto arrastran a la derrota a quienes tienen a sus órdenes con confusas estrategias e inexpertas tácticas. Pecado mortal para el que manda.

Nada incomoda tanto a un soldado como ver próxima una necesidad real y que se limite la ayuda que puede prestar.

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