Ya le has llevado a la luz
Y no sólo hay que rendir homenaje a los caídos, sino también velar en lo posible para que se les entierre honrosamente
Es tradición en nuestros Ejércitos servirse de códigos sonoros especialmente concebidos para hacer llegar al soldado las órdenes necesarias para el cumplimiento de sus cometidos o para anunciar actos de régimen interior. En la actualidad son muy pocos los toques que siguen en vigor ya que han ido cayendo en desuso con el paso del tiempo. Uno de estos toques en uso es el de Oración, que tiene su origen en un 28 de abril del año 1503, al término de la batalla de Ceriñola, que enfrentó a nuestro Ejército con el francés por el dominio del Reino de Nápoles. Al término de la batalla, con la victoria de nuestras armas, Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, ordenó que en lo sucesivo, al caer el sol, se interpretara un toque de corneta en honor de todos los soldados muertos en el campo de batalla, sin distinción de bando.
Hoy en día, este toque se lleva a cabo a continuación del arriado de Bandera, al atardecer, en recuerdo y homenaje a los que dieron su vida por España, concluyendo con ello el día militar. Un toque que cobra especial significado en la situación que nos encontramos, al igual que ocurre con "la muerte no es el final", que es una canción litúrgica compuesta por el sacerdote Cesáreo Gabaráin Azurmendi (1936-1991), tras haber perdido a Juan Pedro, un joven de 17 años que era organista en su parroquia. Este sacerdote es el autor de canciones religiosas tan conocidas como "Pescador de Hombres" (Tú has venido a la orilla).
Nuestras Fuerzas Armadas adoptaron "la muerte no es el final" como himno que se entona en el acto de Homenaje a los Caídos por España. Esta adopción tiene su origen en el año 1981, cuando el General de Ejército (honorífico) José María Sáenz de Tejada la escuchó en el transcurso de un funeral e imaginó en qué medida realzaría el traslado de la tradicional corona de laurel hasta la Cruz en los ceremoniales militares de homenaje a los Caídos. Fue el militar y compositor Tomás Asiáin Magaña quien perfiló la versión definitiva de la música para destino castrense, como se conoce y canta hoy en día.
El escribir sobre este toque e himno, viene a colación de que en estos días en los que tenemos que despedir a tantos compatriotas, caídos por el COVID-19, diariamente suena el toque (con 5 siglos de historia) y nuestros militares entonan "la muerte no es el final" en su honor, cuando al atardecer de cada día cumplen con la misión encomendada, que en este caso se lleva a cabo de acuerdo a lo que las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas indican en su capítulo IV, dedicado a las operaciones de seguridad y bienestar de los ciudadanos, donde se dice que el militar pondrá todo su empeño en preservar la seguridad y bienestar de los ciudadanos durante su actuación en supuestos de grave riesgo, catástrofe, calamidad u otras necesidades públicas, esforzándose desde los primeros momentos en que su rápida intervención suponga una respuesta eficaz que infunda confianza y tranquilidad a la población civil, actuando con la máxima competencia y espíritu de sacrificio, enfrentando las situaciones críticas con serenidad, buscando la perfección en la ejecución de sus cometidos, siempre en beneficio del conjunto, coordinada con otras instituciones y colectivos que
atiendan a las emergencias, poniendo su máximo empeño en proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana cuando se le asignen tareas de colaboración y apoyo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, y cumpliendo con lo más visualizado estos días en las redes sociales, que es ayudar a proteger a la población especialmente vulnerable, haciendo hincapié en las personas indefensas o desvalidas, como es el caso de los internos de las residencias de mayores.
No hace falta para cumplir todo lo anterior que lo digan las Reales Ordenanzas, puesto que va en el ADN del militar, se le inculca en las Academias militares desde que traspasa sus puertas. Y no sólo hay rendir homenaje a los caídos, sino también velar en lo posible para que se les entierre honrosamente.
Por eso, aunque algunos se hayan insensibilizado (o lo parezcan) ante los miles de muertos, hablen de las vidas humanas perdidas como simples números, no haya minutos de silencio ni homenajes, que sepan las familias de los caídos por el COVID-19, que allá donde están mis compañeros, se les rinde el debido homenaje con el mayor decoro posible, confiando en Tu palabra, con la certeza que Tú ya les has devuelto a la vida, ya les has llevado a la luz.
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