Las escasas lecturas de Pedro Sánchez le empujan a confundir las artes escénicas con las de entretenimiento. En un alarde de ignorancia se ha permitido calificar su comparecencia señalando al Senado como un circo. Es obvio que desconoce el teatro. Los griegos ya descubrieron como dar vida escenificado las pasiones, la heroicidad y la traición, la cobardía y el valor, la honestidad y la miseria humana como tragedias o comedias que continúan en permanente vigencia. En España se representan teatrillos con apariencia de alta política. El Senado de España viene ofreciendo a los ciudadanos algunas farsas donde cabe casi todo. Los resultados son deprimentes, las acciones legislativas del Senado, las comparecencias y comisiones de investigación no sirven absolutamente de nada. Ni siquiera para lucimiento personal de los representantes del pueblo.
Esto se ha vuelto a poner de manifiesto en la comparecencia de un cínico profesional desahogado como Pedro Sánchez. Un personaje escénico interesante y digno de un análisis psicológico con algunos añadidos singulares; le importa un huevo (de codorniz) lo que representa el Senado, ignora las normas de una democracia bicameral y además no se siente obligado a responder ante los electores, menos aún ante los representantes de una Cámara que considera un circo. En términos demagógicos se pasa por el forro al pueblo llano. El presidente del Gobierno respondió con gestos de socarronería, arrogancia y desprecio sin responder claramente a ninguna de las preguntas. Nunca asistido a ningún debate en el Senado, ahora ha acudido obligado por un imperativo legal imposible eludir para responder sobre sospechas presuntamente delictivas de su gestión. Este es el perfil político del presidente del gobierno, él y sus votantes lo saben.
Con un gesto de desprecio visible en todas las televisiones, ha contribuido a que el Senado español se perciba como herencia decorativa de una arquitectura institucional ineficaz, siendo sido utilizado, una vez más como herramienta de la peor política posible. Los senadores preguntan, pero los comparecientes no les responden, los evaden o se mofan. Las resoluciones del Senado se aprueban, pero nadie las acata. Y así, comparecencias como la de Pedro Sánchez o la de cualquier otro miembro de la casta política, resultan una especie de liturgia vacía que pretende arropar de solemnidad lo que es en realidad una pérdida de tiempo y de enorme cantidad de recursos públicos. Baste recontar las resoluciones aprobadas en el Senado que se retienen sine die en el cajón de las grapas y lapiceros de la Mesa del Congreso, cuantas leyes han sido reformadas o enmiendas atendidas a instancias del Senado, las conclusiones son deprimentes.
Hubo ocasión de visualizar a Pedro Sánchez con un blindaje de cinismo y arrogancia que los senadores que eligió el PP no fueron capaces de desenmascarar. Falta de habilidad y dialéctica parlamentaria que apunta un problema elemental. La sociedad española tal vez espere una magia o milagro que solucione la situación caótica que caracteriza la política española. El Senado aparenta un decorado que los constituyentes creyeron adecuado para adornar la nueva democracia naciente. El Congreso de los Diputados asemeja a una corrala de vecinos mal avenidos, la escalada de insultos, gestos vulgares señalando a modo de amenaza muestra mínima calidad dialéctica y capacidad intelectual para el dialogo y el debate. Solo faltan los escupitajos. La Cámara de Representación se ha convertido en un cadáver amortajado que emborrona lo que fuera el parlamentarismo de otras épocas ilustradas. Algunos beneficiarios del “sistema” dirán en esto consiste la democracia; rotundamente falso, aquí, en España, hubo un parlamentarismo al nivel de las democracias europeas, a ello contribuyeron las derechas y las izquierdas para tranquilidad de la nueva sociedad democrática.
Cuando la degradación institucional avanza resulta difícil entender cómo puede sostenerse una democracia en la que el Ejecutivo ignora al Legislativo y una minoría separatista maneja los hilos de la gobernabilidad a su antojo. El presidente del gobierno no respeta la democracia parlamentaria, le sobra la Constitución y las leyes que emanan de ella, ha logrado evadir el debate parlamentario abusando de decretos ley, manoseando las normas reguladoras del Congreso, tratando de impedir la alternancia política, deslegitimando cualquier oposición a un poder que socava los pilares de la democracia al más puro estilo autocrático. Queda en pie la Justicia y en esa maniobra se centra la nueva ley que prepara el gobierno de coalición para completar el círculo de impunidad.
En esta situación ha resultado una ingenuidad la iniciativa del Senado llamando a Sánchez a responder ante una Comisión Investigación. La estrategia señala que no era el momento más oportuno, no estudiaron bien al personaje, ni el guion que le acompaña. Es tarea muy arriesgada enfrentarse con modales y dialéctica de sacristanes a un cínico profesional con aires de cesarismo. Este no parece el final del sanchismo. Es otro acto del drama nacional. La función continúa, el teatro sigue abierto y el telón no cae