La tribuna

Javier Soriano

Una pica en la Castellana

Una pica en la Castellana
Una pica en la Castellana

07 de febrero 2022 - 01:26

Uno de los principales hitos de nuestra historia fue la victoria en la Guerra de Granada (1482-1492), que nos llevó a convertirnos en uno de los primeros Estados modernos del Renacimiento europeo, e impulsó a proyectarnos hacia el exterior por el Atlántico, forzados por el corte de las vías de comunicación con Oriente por los turcos en el Mediterráneo y por los portugueses en África; por el Mediterráneo, en Italia y en el norte de África, para frenar el avance turco, las pretensiones francesas y para garantizar la seguridad de nuestro litoral mediterráneo; y en Flandes, para mantener la unidad religiosa. Esta proyección exterior nos exigió establecer una estructura de Estado con la capacidad de mantener el control sobre tan vasto imperio. Ningún otro Estado de los siglos XVI y XVII se enfrentó con un problema de administración tan enorme.

Y en esa estructura de Estado fue fundamental la institución militar surgida de la Guerra de Granada, la última guerra medieval. La victoria supuso, en cierto sentido, el pistoletazo de salida para la formación de los llamados Tercios. Y lo fue por la propia situación militar que acababa de nacer: la desaparición de los ancestrales peligros en las fronteras cercanas que preocupaban al pueblo y lo motivaban a tomar las armas por voluntad propia. En ese momento, las Coronas de Aragón y Castilla estaban unidas, igual que se suponía que existiría paz con Portugal por la política matrimonial de los Reyes Católicos, mientras que Navarra se encontraba internamente dividida y estaba lejos de suponer una amenaza.

Este abandono de la necesidad de autodefensa del pueblo, sumado a la propia evolución política, hizo que el Rey Fernando, sabedor de que su política internacional necesitaría de fuerzas militares de confianza, pidiera consejo a su mayor experto militar, Alonso de Quintanilla, quien redactó un documento que sentaría las bases de lo que tiempo después fueron los conocidos Tercios. Pero Alonso de Quintanilla no inventó nada, simplemente comprendió que la guerra, tal y como se entendía hasta entonces, estaba cambiando y que los nuevos tiempos exigían una reinvención del modelo. Una nueva manera de combatir, cuya semilla la encontramos unos pocos decenios antes en la batalla de Morat (1476), donde el poderoso ejército del Duque de Borgoña, con su invencible caballería pesada, hasta entonces paradigma e icono del ejército medieval, fue derrotado por un ejército suizo compuesto principalmente por unidades de infantería de piqueros. Lo cierto es que la amplitud de los frentes abiertos por nuestra Monarquía no podía ser bien gestionada por una administración militar anclada en las bases del medievo. Así, desde el fin de la guerra de Granada (1492) a las campañas del Gran Capitán en el Reino de Nápoles (1495), tres ordenanzas sentaron ya las bases de la nueva administración militar. En 1503, la Gran Ordenanza reflejó la adopción de la pica larga y la distribución de peones en compañías especializadas. En 1534 se creó el primer Tercio, el de Lombardía. Los Tercios de Nápoles y Sicilia se crearon en 1536, gracias a la Instrucción de Génova, promulgada por Carlos I, en la cual se estableció una larga lista de precisas modificaciones que supusieron una remodelación completa de los ejércitos y la formalización oficial de las distintas modificaciones internas que se habían ido produciendo en el seno de las unidades. En ella se utilizó por primera vez la palabra Tercios en un documento oficial. Los Tercios fueron la base de nuestra supremacía militar en el campo de batalla desde su creación hasta su transformación en Regimientos, según el modelo militar francés, con la reforma de 1704 de Felipe V, siendo la Batalla de las Dunas de Dunkerque (14 de junio de 1658) el punto de inflexión que determinó su progresiva decadencia.

Y para rendirles homenaje, la "Fundación Arte e Historia Ferrer-Dalmau", la "Asociación 31 Enero Tercios", la "Asociación Amigos del Camino Español de los Tercios" y la "Fundación Tercio de Extranjeros", se han unido en un proyecto para erigir una estatua en Madrid, a cargo del escultor Salvador Amaya, basada en un boceto del pintor Ferrer-Dalmau, que mostrará la imagen típica de los soldados españoles del Siglo de Oro, con diferentes armas como un arcabuz, un mosquete o una pica. Una iniciativa que no trata de reivindicar sino de recordar, cómo hacen otras naciones con sus soldados, a esta unidad militar en su contexto histórico.

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