Tribuna

Javier Pery

Almirante retirado

Los cuatro puntos cardinales

Nadie valora tanto la vida como el que tiene el riesgo de perderla. Los militares es uno de esos grupos sociales donde la posibilidad de perder la vida planea permanentemente

Los cuatro puntos cardinales Los cuatro puntos cardinales

Los cuatro puntos cardinales

Hace algunas semanas oí a un vehemente analista económico defender la supremacía de la economía sobre otros indicadores para entender la realidad social. Hizo su defensa con una sucesión de tantos por cientos, imposibles de recordar, concatenados por un "por cierto", en una secuencia sin más lógica que el oportunismo y que culminó en vocerío insufrible. Sirvan de ejemplo el mágico dos por ciento del producto interior bruto vinculado al crecimiento del empleo, el mismo incumplido porcentaje asociado a gastos de defensa y el cabalístico cero coma siete por ciento que se reclamaba ¡ya! para ayudas al desarrollo, hoy perdido en la memoria callejera. =Los números son buenos indicadores, pero cuando se asocian a valores absolutos. Esos que dicen cuanto cuestan las naranjas en el mercado y el pescado en la lonja porque se pueden relacionar fácilmente con el dinero que llevas en el bolsillo. La comparación porcentual es inútil para medir el sustento que debes dar a la familia. Nunca oí decir que daría un diez por ciento menos de comer a los hijos. Así que para vivir en la realidad, más vale alejarse de la tramposa valoración por tantos por ciento de la situación social y buscar los valores absolutos. La primera vale a los relativistas, esos que se amoldan al viento reinante, mientras que los segundos son puntos estables, como diría Arquímedes, para mover el mundo.

En esta confusa tesitura de barullo social y barahúnda política que los economistas llaman: situación volátil; hay que buscar referencias absolutas para saber cómo andan las cosas. La gente de mar emplea la aguja magnética, esa que marca los cuatro puntos cardinales en una rosa de los vientos. Por paralelismo con la vida castrense me decanto por cuatro elementos absolutos que me sirven para saber donde estamos y hacia donde caminamos. Nadie valora tanto la vida como el que tiene el riesgo de perderla. Los militares es uno de esos grupos sociales donde la posibilidad de perder la vida planea permanentemente. Hasta hace unos años, la pérdida de vidas media la capacidad de los adversarios para hacerse daño mutuamente. Sin embargo, en la actualidad, frente al desmesurado interés de terroristas y antisistemas por generar el mayor número de bajas posibles para quebrar el ánimo de la sociedad y de los poderes públicos, contrasta el cuidado de las fuerzas armadas y de seguridad por evitar los daños colaterales en las confrontaciones. La vida, propia y ajena, es un norte absoluto para el soldado. Hace unos años, durante las sesiones para analizar la situación del reclutamiento en las fuerzas armadas de la Alianza Atlántica, uno de los asistentes dejó clara la situación: se reclutan soldados, pero se reenganchan familias. Era la forma de decir que muchos se incorporan a la milicia para probar, pero quienes prolongan su permanencia son aquellos que encuentran el apoyo para sus familias en el entorno militar. Pensar que la asistencia familiar se traduce exclusivamente en términos económicos se aleja mucho del sosiego que necesita el soldado para afrontar con rigor profesional las nuevas formas de combate. La asistencia a la familia, la propia y la ajena, es un oriente absoluto para el que manda y el que obedece.

Nada cambió a la esencia de la guerra, pero sí cambiaron las formas de combatir. Los encontronazos entre ejércitos regulares, en un acordado campo de batalla, con un choque de ingentes masas de soldados, en nada se parecen a las acciones de hoy con pequeños equipos de operaciones especiales, minúsculos aviones no tripulados o discretos buques más allá del horizonte. En esta era del conocimiento, vencer en el campo de batalla tiene mucho que ver con la tecnología, pero sin excelencia en el manejo de los sistemas se pierde todo el poder. Así, la educación y la formación es el sur donde los astros alcanzan mayor altura. Para completar el cuarteto, hay que subir a la palestra al compañerismo, esa cualidad individual que hace de los demás parte de uno mismo. La importación de costumbres foráneas en estas últimas décadas nos trajo la competencia, la disputa como forma de progreso, y arrinconó la camaradería como elemento crucial para la supervivencia del grupo. Esto es, suplantó el bien común para muchos por el beneficio para unos cuantos. Así que creo que el compañerismo es el cuarto punto cardinal, el poniente donde brilla el rayo verde de la esperanza.

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